Procurador del Común saliente
«Yo diría que los castellanos y leoneses son los que más se quejan de España»
Llegó al cargo de Procurador del Común cuando se creó hace más de diez años; hoy, con la institución ya madura, Manuel García Álvarez vuelve a su cátedra de Derecho Político
Las estanterías sin apenas libros y los huecos dejados por algunos cuadros y fotografías delatan la proximidad del relevo. Manuel García Álvarez dejará en unos días el cargo de Procurador del Común de Castilla y León, una institución que se estrenó con él hace ya más de diez años, y desde la que ha defendido ante las administraciones los derechos de los ciudadanos de la comunidad, especialmente los de colectivos más abandonados por los poderes públicos. -¿Con qué sabor se va después de diez años? -Me voy con la idea de que me he acercado bastante al horizonte utópico del deber cumplido, o he hecho lo posible por acercarme. Pero me voy también, y no se lo oculto, con pesar porque dejo cosas por acabar. Sería ilusorio haber pretendido que yo iba a solucionar todos los problemas que particularmente me pesan, pero tengo la sensación de que se podría hacer más. -¿El Procurador del Común es el Pepito Grillo de la Junta, o es una coartada para que las administraciones públicas se puedan lavar la conciencia? -Puede ser lo que usted dice o puede ser algo más, porque si se repasan las atribuciones del Procurador del Común, algunas de ellas son muy serias. A la hora de requerir información, el mero hecho de que los titulares de las instituciones públicas estén obligados como lo están a responder a mis requerimientos de información, eso ya no permite hablar de Pepito Grillo; eso sería antes, cuando esa obligación no existía, pero hoy día, y permítame que en le diga que en buena medida gracias a la interpretación que mis compañeros y yo hemos hecho del ordenamiento jurídico, pues esa obligación existe y no hay quien no conteste a los requerimientos de información del Procurador del Común, otra cosa es que la Ley no imponga la obligación de ejecutar las recomendaciones, que no la impone, pero lo que hay ya es mucho. -¿En estos años hay alguna ocasión particular en la que se haya sentido realmente útil u otras en las que se haya visto impotente? -El haber solucionado cuestiones sangrantes en las que se encontraban algunos ciudadanos en esta comunidad autónoma, y aunque ya me van a tildar ustedes de pesado siempre pienso en determinados colectivos, como es el de los enfermos mentales. En alguna medida creo que hemos conseguido que se crearan unas infraestructuras de apoyo a las familias, y también en la medida que hemos contribuido a resolver problemas concretos, pues me he sentido particularmente satisfecho; y al revés, en aquella medida en que nuestros escritos no han sido atendidos por la Administración, pues me he sentido disgustado o impotente. También es cierto que algunos premios, como el que me otorgó por el Hospital de Parapléjicos de Toledo por la defensa de este colectivo de personas, fue una de las cosas más satisfactorias que he experimentado en mi vida. -En las estadísticas sobre las quejas que recibe, siempre está León a la cabeza; ¿los leoneses somos más protestones que el resto o es simplemente porque su despacho pilla más cerca? -En términos comparativos, los castellanos y los leoneses yo diría que son los que más se quejan de las administraciones de España; ahora, que León presente más quejas que el resto de las provincias se explica en parte por el número de habitantes, y también por que aunque yo he intentado viajar por el resto de las provincias, los leoneses me tienen aquí, hasta el punto de que a veces, paseando por la calle, hay gente que me para y me habla de sus problemas, y esa posibilidad por desgracia no la han tenido los ciudadanos de otras provincias. Pero no creo que los leoneses se quejen más por su carácter. Si nos fijamos en el número de quejas por habitante, nos encontramos con que algunos años Soria ha sido la primera provincia. -¿Hasta qué punto la extensión de esta comunidad perjudica la gestión de las administraciones? -Yo creo que hoy en día, con los avances de la técnica y de las comunicaciones, la extensión no me parece un obstáculo insalvable. Yo recuerdo que cuando empecé me hacía esa pregunta por las dificultades de trasladarme de un sitio a otro, pero ahora con las autovías que se han creado voy a cualquier rincón de la comunidad autónoma y vuelvo en el día sin ningún problema. Eso se nota, y los ordenadores, el fax y las nuevas comunicaciones también facilitan esa tarea. -¿Después de estos diez años de abrir brecha en la institución, su sucesor, el fiscal Javier Amoedo, lo va a tener más fácil que usted? -No lo sé. Supongo que sí, que en alguna medida nosotros hemos abierto camino, otra cuestión es que hayamos abierto un camino bueno, regular o incluso malo; yo quisiera pensar que mi sucesor en ese sentido lo va a tener más fácil. -¿Como constitucionalista, qué opina de los nacionalismos en general y del debate sobre el nuevo Estatuto de Cataluña? -Sobre el Estatuto prefiero no hablar porque el debate está abierto y está además muy politizado. Lamento que las fuerzas políticas no aborden ese problema, tengo la impresión, con la serenidad con que a mí me gustaría. En cuanto a los nacionalismos, pues a mí no me gustan; preferiría que no hubiera tantos y tan fuertes, y sobre todo que determinados políticos no se dedicaran a estimularlos. Es también un problema complejo; qué sé yo, por ejemplo, por qué el nacionalismo vasco es tan fuerte en el Estado español y no lo es en Francia, donde hay mucha menos autonomía, por no decir que no hay ninguna. -¿Hasta qué punto regionalismos como el leonés, son equiparables con los nacionalismos? -No es fácil distinguir la región de la nación. A mí mismo como profesor no me resulta fácil. El idioma dice mucho sobre la existencia de un ente nacional cuando es real y existe secularmente, pero cuando el idioma se inventa, no, entonces es algo que puede servir para fines políticos, pero nada más. -También nos ha sorprendido con su actividad literaria. ¿Ahora volverá a escribir? -Hombre, menos mal que me pregunta por mis libros (risas). Lo importante es que tenga la imaginación. A veces Antonio Gamoneda me pregunta si he vuelto a escribir, y cuando le digo que no, me dice que no me desanime, que el día menos pensado vuelve la imaginación y además abordas tus obras desde una perspectiva distinta, y estoy esperando a que me vuelva la imaginación. Es verdad que cuando yo empecé a publicar mis relatos, en buena medida era porque necesitaba manifestarme a través de ellos; era una necesidad vital de escribir, que ayudaba a la imaginación a poner en funcionamiento a una serie de personajes y de situaciones. Después no sentí con la misma intensidad esa necesidad y me he dedicado a publicar en otros países, sobre todo en Rusia, lo que ya había publicado aquí, pero espero que cualquier día pueda volver a escribir y tengo la esperanza de que entonces lo haga de otra manera y otro tipo de obra, quizás una novela, no porque piense yo que la novela tenga más importancia que el relato breve, sino por tener una experiencia distinta. -¿Cómo cree que va a cambiar su vida en la nueva etapa que comenzará dentro de unos días? -Pues supongo que no cambiará mucho, porque mi vida hasta hace diez años fue esa que voy a retomar ahora; volveré a dar mis clases, volveré a escribir trabajos relacionados con los instituciones políticas, y en ese sentido no va a ser tan difícil porque es una experiencia que ya he conocido muy bien. Hombre, viajaré menos y lo sentiré, porque yo he disfrutado mucho viendo los paisajes de esta tierra.