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Patricia García - león
León

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«Estamos cansados», comenta con resignación Xoán González Leirós. Este vecino de la localidad pontevedresa de Mos se montó en el Estrella Galicia sin saber que el viaje que iba a realizar se acabaría convirtiendo en su peor pesadilla. Xoán se dirigía a Lérida para visitar a un familiar que estaba ingresado en el hospital y cuenta: «Cuando subí al tren en Porriño ya venía con retraso». Tras pasar la capital leonesa, concretamente a unos 17 kilometros, en la estacion de Palanquinos, «el ferrocarril se paró y poco a poco nos fuimos quedando sin luz». A partir de ese momento, le esperaban más de cuatro horas por delante sin electricidad y, lo más importante, sin calefacción. «No teníamos mantas para ta-parnos y tuvimos que abrigarnos como pudimos porque el frío era insoportable», comenta Xoán. Aunque desde Renfe aseguran que se distribuyó material de abrigo para que los viajeros se pudiesen resguardar de las bajas temperaturas, cuenta el propio Xoán que «allí no repartiron nada y lo único que teníamos para taparnos eran las chaquetas». Sin embargo, pese a las condi-ciones en las que se encontraban, recuerda este pasajero afectado, «el personal de Renfe tardó más de una hora en avisarnos del incidente». Durante este tiempo, todos los pasajeros se preguntaban, «cabreados, qué era lo que estaba pasando». Contratiempos Ademas del frío, principal problema durante la noche, Xoán González senala una segunda cuestion: «La única iluminación que teníamos era la que salía del móvil y ocasionalmente la de un piloto de una de las puertas». Y como no hay dos sin tres, un tercer contratiempo complicaba un poco mas el viaje: el cartel de fuera de servicio colgaba de la cafeteria del convoy. Segun cuenta Xoán, «ya en Orense no funcionaba, por lo que no pudimos tomar nada caliente en todo el viaje». Tuvieron que pasar las horas hasta que los pasajeros recibieran por la mañana, cortesía de Renfe, «un donuts, un zumo y una triste botella de agua». Al final, 23 horas de un viaje «interminable» que consiguió acabar con la paciencia de casi 500 personas. «Parece que regresamos a los años 50», deplora Xoán González, quien cree que «estas cosas sólo pasan en esta zona de España» y asegura que, tras esta experiencia, cree que no va a volver «a viajar en tren nunha boa temporada».

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