Las líneas que se torcieron

Las antiguas cocheras de la empresa Fernández han supuesto un codiciado espacio desde que se cerraran en los albores de la década de los noventa, cuando la nueva estación de autobuses de Sáenz de Miera supuso el cierre del negocio situado entre las calles Roa de la Vega, Colón y Cardenal Lorenzana, y el arranque de un proceso judicial entre el Ayuntamiento y los propietarios por la desaparición de las líneas de transporte de viajeros. El fallo, a mediados de esa década, supuso la condena de la administración municipal al pago de una cantidad que rondaba los 1.000 millones de pesetas, cuya condonación la empresa condicionó a que se aprobase un proyecto de desarrollo residencial, que fue rechazado por parte de la corporación del primer mandato de Mario Amilivia por entender que contravenía las normas urbanísticas de la zona. Más ideas de desarrollo llegaron a la mesa de la Concejalía de Urbanismo durante los cerca de diez años que distan hasta su definitiva venta, siempre en confrontación con las normas y sin la firma preceptiva de la autoridad municipal para que la esclusa se abriese. Sin ejecutar el cobro, la vía de la negociación abundó en la necesidad de resolver el desencuentro y, en el anterior mandato, se llegó a consensuar una salida a través de cambios en la volumetría para cuadrar la manzana y hacer una torre interior de pisos. Pero nada quedó firme y el PGOU aprobado en 2004 se borró todo.