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Pezqueñín
-¡Hola! ¿Qué tal? -Soy Pezqueñín, soy una cría de salmón. Aquí estoy, con mi mamá. Paseamos apaciblemente por el gran manto azul, bueno, eso de apaciblemente, todo lo que podemos. Pasamos el día y la noche nadando entre residuos, cosa que resulta muy molesta. Y por si eso fuera poco, nos pasamos la vida huyendo de unos..., no sé que son, pero navegan por nuestra casa tirando redes nada más que nos ven. ¡¡Oh!! ¡Nooo! ¡¡Mamaaa!! ¡¡¡Ayúdame, me han capturado!!! ¡Mamá! -No te preocupes, todo ira bien hijo. Iré en busca de ayuda. ¡Oh, no! Han capturado a mi hijo, y a todos los hijos de los demás salmones. ¡No tienen escrúpulos! Más tarde, la mamá de Pezqueñín reunió a todos los salmones del mar, y persiguieron a ese barco pesquero. -Vamos a ver, iremos siempre juntos, si nos separamos, nos capturan, dijo la madre. Y siguieron nadando, aunque sin saber muy bien a dónde se dirigían, ya que habían perdido de vista al barco. -¿Dónde está? -se preguntaban, pero nadie podía responder. -¡¡Lo hemos perdido!! Pobres pescaditos, decía la madre desconsolada. Nadaron hasta anochecer, que decidieron pararse a dormir, ya que estaban agotados. La madre de Pezqueñín pasó la noche despierta, no se hacía a la idea de que su hijito pudiera estar en ese momento en un plato. El sufrimiento y el incógnito se hacían cada vez mayores. Y en el dolor de no tener cerca de su pobre hijito lloraba sin cesar.