| Reportaje | Jornada infantil en La Bañeza |
El poder de los mini disfraces
Los futuros carnavaleros de pro conquistaron ayer las calles de la ciudad con su ingenuidad y desparpajo, horas antes de que los adultos disfrutaran del anonimato de la Noche Bruja
Gnomos, incas, payasos, ositos de color verde y hombres del futuro recorrieron ayer las calles de La Bañeza en las que se arremolinaban miles de personas para contemplar el desfile infantil de carnaval animadas por el buen tiempo. Trece grupos, seis carrozas -tres de ellas con música incorporada- y una decena de charangas compusieron la comitiva multicolor en la que brillaron con todo derecho los más pequeños. Los gigantes y cabezudos abrían el cortejo, en el que seguían Neptuno con su tridente, toda su corte marina, medusas y pescadores, junto a unos pobres muy arregladitos, o unos carnavaleros recién llegados de Venecia que caminaban entre tenues sonidos de cascabeles. Desde las carrozas tiradas por caballitos de mar, ciervos o caballos, los niños arrojaban una lluvia de confettis, serpentinas y caramelos, mientras la reina infantil de las fiestas, Sara Fernández, y sus damas de honor saludaban a diestro y siniestro desde las alturas. De vez en cuando se colaba algún espontáneo, incapaz de reprimir sus ganas de fiesta, como los de la serie televisiva Cuéntame -que olvidaron lavar sus rodillas para tan magna ocasión-, unas gimnastas embutidas en apretadas mallas o unas azafatas de llamativo vestido. Desde las aceras contemplaban la jugada indias, croupieres, mosqueteros, esquimales, hadas y hasta leones, mientras los sones de La cucaracha o Viva la banda se oían a lo lejos. Los adultos que no se habían disfrazado escrutaban el paso de la comitiva pensando ya en la inminente diversión de la Noche Bruja, unas horas que se prolongan hasta bien entrada la madrugada y durante las cuales los bañezanos juegan al equívoco y se disfrazan con el fin de vivir la juerga hasta el extremo y de desconcertar a amigos y allegados bajo una identidad inesperada. Ayer, de nuevo, salieron airosos del empeño.