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Publicado por
JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO
León

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SIEMPRE HE creído que son muy pocos los hombres que reúnen en su vida elementos decisivos para convertirse en héroes. Hombres que mejoran la vida a su paso. Tú eras una de esas excepciones, Rafael. Eras casi un niño cuando te dejaste fascinar por el compromiso político y poco más que un adolescente cuando conociste el horror en muy diferentes cárceles y en campos de concentración. Interpretaste, no obstante, un solo papel en tu existencia: el de hombre irreductible ante la injusticia. En este sentido, debo revelarte un secreto que hubiera querido confesarte en vida: siempre me fascinó que, desde la mina y en las revistas, desde el ferrocarril o en las aulas, como concejal o como secretario provincial de los Jubilados y Pensionistas, primero de la UGT leonesa, luego de la Junta de Castilla León, el tiempo transcurrido, la experiencia transcurrida, permitiese que siguieses ofreciendo una impresión inequívoca: la de vivir sin que te afectasen las lisonjas o la de saberse con el orgullo de haberte hecho a ti mismo. No es fácil, ni tampoco sencillo. Y ahora, lástima, Rafael, tu muerte se lleva tu secreto mejor guardado. Estoy, sin embargo, convencido de que en este país son muchos los que siguen tu ejemplo de socialista y de ugetista inasequible al desaliento. Eras un romántico, Rafael. Un luchador que supo defender con pasión el territorio de todos, el de los hombres justos, el nuestro. Y lo hiciste conservando intacta aquella indignación moral que ya transmitías cuando, por primera vez, sólo con quince años de edad, te incorporaste a las Juventudes Socialistas Unificadas. Contigo se va uno de esos hombres irrepetibles. Has dejado, por fortuna, escuela encarando la vida, las convicciones, las emociones, el compañerismo, ... De una cosa puedes estar seguro: tu paso por el mundo no ha sido en vano. Estuviste, Rafael -estarás siempre-, en nuestra memoria.

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