| Reportaje | El relevo generacional |
El campo leonés que viene
La incorporación de los jóvenes a la actividad agrícola o ganadera profesional se regula con cursos formativos que imparten las organizaciones agrarias
El aula puede llamar a engaño; que se trate de opositores que toman clase, por ejemplo, para acceder a uno de los cuerpos de seguridad del Estado, la puerta de futuro cada vez más común que tiene una mayoría de los jóvenes de la provincia leonesa. El curso recoge lo que tiene de ocasional la incorporación de jóvenes a la actividad agraria en León. Y excepcionalidades sorpresivas, por tratarse de un sector que no encuentra solución para la pérdida de activos. Por ejemplo, entre este grupo aspirantes se han alistado ocho mujeres. «El porcentaje también es excepcional», recuerdan desde el sindicato Ugal, una de las organizaciones facultadas en la provincia para impartir estos cursos formativos. El alumnado maneja términos impensables entre las generación que les precede en el campo, arrimada a una economía de subsistencia. Ingresos, gastos, beneficios; riesgo inversor; estudio de mercado. «Nos enseñan a pensar como empresa», distingue uno de los matriculados, que dice tener como objetivo laboral dar continuidad a la explotación agraria que ha trabajado su padre y que heredará en breve. Y sigue el repaso a los conceptos del temario: «Bueno, nos aportan cuestiones de contabilidad, de gestión y normas administrativas que resultan ahora esenciales para conocer las posibilidades de ayudas públicas o la explotación de derechos». Precisamente, para gestionar cualquier asunto relacionado con la PAC es imprescindible realizar el curso. No faltan las explicaciones sobre condicionalidad o desarrollo sostenible. La tabla del cooperativismo, para mancomunar gastos y orientar la producción, se ofrece exclusiva como una de las opciones de éxito que permite ahora el sistema. «Sí, tenemos más o menos claro que no resulta rentable repetir el error que han cometido muchos agricultores con la compra abusiva de maquinaria», aclara otro de los alumnos. La vocación se supone decidida en el alumnado, cuando se enfrenta a una lección sobre el panorama del mundo rural en León. En una clase de sociología sobran las alusiones a la despoblación, los pueblos abandonados, las tierras en manos de propietarios que no trabajan en el medio. «No sé decir cuál es mi función en medio rural; sólo, que es imposible que es muy duro que un niño crezca solo porque no hay más niños en el pueblo», relata una de las mujeres del curso de incorporación al hilo del desesperanzado panorama social al que están expuestos la mayor parte de los pueblos de la provincia. Otro argumento en apoyo de la osadía de este grupo de jóvenes que engrosará la escasa renovación generacional que llega cada año al campo leonés. Después están las peculiaridades. La mayor parte del grupo orientará su actividad en el sector agrario; otro porcentaje, en explotaciones vacunas y ovinas para la producción de carne. El alumnado traduce a escala las posibilidades productivas del campo leonés. «Pretendemos optimizar los resultados; mejorar la productividad de las explotaciones». La explicación del cómo se deja querer por un silencio. «Cerrar el ciclo», acaba por apuntar un joven que no parece muy de acuerdo con la dependencia de la figura del intermediario -agotada en las estructuras de los países más avanzados de Europa- que encuentra cuando quiere poner en mercado su producción. «La renovación de activos en el campo leonés es claramente deficitaria», apunta Matías Llorente, el secretario del sindicato Ugal, organización que puede impartir hasta dos cursos de incorporación anuales. Depende de la demanda. La duración establecida es de 150 horas teóricas y 50 prácticas. «Vosotros llegáis a un sector con 9.500 trabajadores que tenía hace unos años 74.000; se ha descapitalizado la agricultura porque nosotros mismos no creemos en el sector», recordó a los futuros ganaderos y agricultores el dirigente campesino.