La cajita que decía buenos días
En mi casa tenemos la buena (digo buena porque mi madre lo dice todos los días) costumbre de seleccionar la basura. Tenemos muchos cubos en la terraza (digo muchos pero en realidad son tres). Tenemos mucho cuidado a la advertencia de mi madre de depositar cada cosa en su sitio. Un día sucedió lo inesperado. Digo lo inesperado porque nunca había sucedido. Mi hermana tenía una cajita que quería mucho, mucho... porque se la había regalado Marta que es su mejor amiga. Levantamos la tapa y decía buenos días. Yo sin querer la pisé. ¡Pobre cajita! Se espachurró. ¿Qué podíamos hacer con ella? Digo con la cajita porque con mi hermana sólo consolarla lloraba, lloraba... Consolábamos a mi hermana que era inconsolable y con la cajita no teníamos más remedio que llevarla al cubo de la basura. Pero entre los llantos de mi hermana y la regañina de mi madre me confundí y la introduje en un cubo que no era. Qué pena no sólo lloraba mi hermana sino lloraba la cajita. El cubo que la recibió era el de vidrio. Estaba frío muy frío. Cuando se vio con el vidrio temblaba, temblaba. No tardó en llegar el camión que recoge los contenedores. Volcó el contenedor en el camión y se la llevó a la vidriera. Allí seleccionaba el vidrio y oh sorpresa no pasó la cita de selección. No la introdujeron en el horno sino que la pusieron en su contenedor. La cajita ya no tenía frío. Estaba con toda su familia. La llevaron a reciclar. Quien sabe si no estará diciendo buenos días a alguna niña. Pues estará reciclada.