Diario de León

| Reportaje | Presos en la Semana Santa |

Braceros de permiso

Doce internos de la prisión de Villahierro, tutelados por Cáritas, entre los 96 braceros que pujarán el paso «La Condena de Cristo», que desfilará por primera vez con el grupo escultórico completo

León

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Anochece mientras en el sótano del salón parroquial de San Francisco de la Vega se prueban las túnicas los reclusos que participarán en el desfile del Perdón. Ha empezado la cuenta atrás y a tan sólo una semana y media para el gran día de la hermandad, a las puertas del templo se acercan curiosos para comprobar la pericia en el porteo de los pasos. Entre los 96 que arriman el hombro hay una docena de internos de la prisión de Villahierro que desfilarán el próximo Martes Santo con «La Condena de Cristo», último paso incorporado a la procesión, de Manuel López Bécker, al que este año se añaden las esculturas de Anán y José de Arimatea. A cambio, los reclusos disfrutan de un permiso de seis días tutelado por Cáritas, aunque todos ellos «eran candidatos a salidas», precisa la trabajadora social Loli Santos. Los doce reclusos son como una microrrepresentación de la población penitenciaria de la cárcel leonesa, que suma más de 1.500 internos en la actualidad. Más del 50% son extranjeros, como sucede en la macrocárcel, y proceden de seis países (España, Nigeria, Colombia, Cuba, Alemania y Francia). En su mayoría cumplen condena por delitos contra la salud pública, aunque para Cáritas lo importante es que «mantienen una motivación, expectativas de futuro muy fuertes y asumen la responsabilidad de su propia vida», precisa la trabajadora social. La oenegé católica mantiene un programa de apoyo a los permisos penitenciarios con la prisión leonesa desde hace tres años que se inició con 68 personas en el 2003, otras 87 al año siguiente y 137 durante el 2005 con una sola fuga. Para ello cuenta, además del personal técnico, con un plantel de voluntariado que permite garantizar el acompañamiento a los internos que carecen de familia durante gran parte de la jornada. La labor de acompañamiento del voluntariado es lo que hace singular al programa de permisos tutelados de Cáritas León. Por poner un ejemplo, más de veinte personas voluntarias harán posible la buena marcha de la salida especial de Semana Santa de los doce internos. En la casa de acogida tienen comida y cama, pero tal vez lo que más impacta a un recluso que sale de permiso es la calle. «Muchas veces, antes de salir me preguntan ¿cómo está la calle?», señala una de las voluntarias, que se ha enganchado al programa tras una experiencia como monitora en la prisión. Víctor es uno de los reclusos que sale por primera vez a la calle; su mujer y su hija le han acompañado en estos primeros días de nuevo contacto con el exterior. Las dos han viajado desde Canarias para disfrutar de su compañía, aunque no podrán verle desfilar en Semana Santa porque tuvieron que regresar ayer a casa. La licencia por participar en el desfile procesional se divide en dos etapas, cuatro días en la última semana de marzo y los dos restantes en la Semana Santa. «El permiso no es un privilegio para ellos, lo hacen porque Cáritas se lo pide y para ellos es una forma de agradecer lo que reciben del programa», subraya Santos. Dos de los reclusos no son nuevos en la procesión. Wiliam y Jonhatan desfilarán por segundo año consecutivo con «La Condena de Cristo». El joven canario que espera alcanzar el tercer grado en menos de dos meses expresa su agradecimiento «a los amigos que tengo en el barrio de la Sal, que están orgullosos de que cargue su paso aunque no sea de aquí». Con destino y trabajo Todos los reclusos que participan en el evento tienen destinos en la prisión como ordenanzas (módulo de aislamiento, ingresos, peluquería y cocina) o trabajan en los talleres productivos que tienen instalados en el recinto penitenciario dos empresas. Manuel, un berciano que culpa a un chantaje de la guerrilla colombiana de su delito de tráfico de drogas, explica que en la cárcel «sobran muchas horas». Él se dedica a enseñar a otros presos a matar el tiempo de forma productiva, por ejemplo, haciendo dibujos en tarjetas de hilo. Hace cinco años y medio que está en la cárcel y «desde el momento en que me hice a la idea de lo que tenía encima, opté por colaborar». Lo mismo argumenta R. K., alemán de 42 años que participa por primera vez en una procesión. «Lo hago por agradecimiento», subraya este hombre que va por su quinto año de reclusión y trabaja como colaborador de tiempo libre en un programa de Cruz Roja dentro de la prisión. C. K. es uno de los tres nigerianos que desfilarán este año con «La Condena de Cristo». Este joven que confiesa sus creencias cristianas, «aunque en mi país no salimos tapados», tuerce el gesto cuando alguien le explica que tomar limonadas en Semana Santa en León es una arraigada costumbre conocida con el dicho de «matar judíos». «No me gusta eso» -dice visiblemente entristecido- «nosotros (la tribu de los Biafra) pertenecemos a una de las doce tribus de Israel».

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