Un examen en martes y 13
«Llevo toda la noche sin dormir, me he tomado no sé cuantas tilas y no me sé nada» era el lamento más repetido por los 1.198 alumnos que ayer por la mañana se concentraban en las puertas de las distintas aulas de la Universidad de León en las que se celebran los exámenes de Selectividad, poco antes de comenzar los ejercicios. La mayoría de los alumnos se mostraban nerviosos: «Ya no me quedan uñas», repetía Sara. Otro estudiante, que se encontraba con ella, señalaba que «no he dormido en toda la noche. Esta mañana ni siquiera he podido desayunar». Por el contrario, otros, mostraban una mayor sangre fría, como en el caso de Marta, que se manifestaba expectante. «No estoy nerviosa, sólo siento curiosidad por saber en qué consistirá un examen al que tanta gente tiene miedo», señalaba. El cansancio y el temor a fracasar en tan importante cita no dejaban sitio a la superstición, pese a iniciarse las pruebas en martes y 13: «Los nervios vienen de atrás, pero no creo que influya que hoy sea un día gafe», aseguraba Julio. Sonrisas nerviosas ante un examen que decidirá en gran parte si podrán estudiar la carrera que desean: «Quiero entrar en Enfermería, pero no sé si aprobaré y me queda la duda de si me dará la nota para entrar en la facultad», apuntaba una de las estudiantes. Mientras, los profesores comenzaban a llamar a los alumnos para que fueran entrando en el aula. Los estudiantes deseaban suerte a quienes iban nombrando. Alta seguridad Las preguntas de la Selectividad están formuladas y guardadas desde el mes de mayo, según explicaba Manuel Iglesias, responsable de la prueba. «Entonces nos reunimos las cuatro universidades de Castilla y León. Se realizan cinco propuestas y es un sorteo el que decide cuáles son los exámenes de junio y septiembre y otro, llamado de indicios, por si acaso es necesario», apuntaba. Una vez elegidos los exámenes estos pasan a una caja fuerte en el Pabellón de Gobierno, donde permanecen hasta el día antes de que empiecen las pruebas, jornada en la que se trasladan son llevados a las Universidades correspondientes. En el caso de León, han permanecido en una caja fuerte situada en la Facultad de Derecho, en una sala acorazada e ignífuga. A este lugar volverán después de haber pasado por las manos de los cientos de estudiantes y saldrán poco antes de darse a conocer las notas para que los profesores los corrijan. «Para asegurar la confidencialidad de los exámenes, el nombre y el centro del que provienen los estudiantes es tapado mediante una pegatina con un código de barras, de esta forma luego todo es digitalizado», explicaba resumía Manuel Iglesias. El tribunal que corrige los exámenes está compuesto, a partes iguales, por profesores de la Universidad y de otros centros, elegidos mediante sorteo entre todos los que hayan presentado su solicitud de formar parte del tribunal.