Sobre todo, un buen hombre

Burgalés de nacimiento, porque Quintanaloranco todavía quedaba demasiado lejos de los límites de la provincia de León cuando todavía no conocía la existencia de la provincia de al lado, al Padre Albano pronto le vino el carisma de quienes se saben dotados de una especial facilidad para tocar el corazón. Puede que por eso mismo, después de sus primeros estudios en la obra de los Padres Carmelitas, empezara a vincularse con la provincia leonesa, y de sus primeros escarceos surgió la labor docente que le llevó hasta Valderas, donde dio clases de francés y literatura en tiempos que, ni uno ni otro oficio, eran demasiado comunes. La dedicación lo pudo todo, entonces. Preocupado de forma especialmente destacada por la historia de León, no tardó en empezar a hacer sus primeras investigaciones en torno a las cuestiones referentes a la provincia y a sus datos históricos más relevantes. Y de ahí vinieron los libros sobre Valderas, La Bañeza y otros estudios en los que tampoco cejó cuando el tiempo fue pasando. «Mujeres leonesas» también fue otra de sus obras, una de las que le hizo más célebre si cabe. Fueron los prolegómenos de su etapa en Sahagún, donde editó el libro de la cofradía de Jesús Nazareno y llegó a convertirse en articulista habitual de Diario de León, especializado en retablos y cuestiones de parangón semejante. Los viajes a Francia se hicieron después una constante, hasta que el paso de los años y la salud empezaron a aliarse, para ir preparando el viaje eterno a la vera de Dios. La comunidad carmelita leonesa reza por su pérdida y a la plegaria se suma el decano de la prensa leonesa.