Jorge, el médico paciente

Duele utilizar contigo el pasado. Duele leerte así, a palo seco, en negro, en el periódico, sin más. Tu nombre, tu edad y el parco listado de los que má s te quieren. Jorge Martínez Gago. El médico paciente. Creía en una fórmula magistral que usa la palabra y la química a partes iguales para aliviar y que, a veces, hasta cura. Compromiso y comprimido. Practicaba una medicina antigua y hermosa en la que el médico es paciente con los pacientes. Por eso, en la sala de espera, unanimidad en el juicio. Y adentro, santa paciencia. Tenía aquel tic... tocar el reloj sin jamás mirarlo. Como para olvidarse de los 10 minutos que el sistema de salud, tan matemático, asigna a cada enfermedad. Luego, bajo la bata, otra vez la persona. Lo saben, por cientos, los que aún no pueden creerlo. Los que guardaron sepulcral silencio en el último y multitudinario acto en San Martín, allí, en pleno corazón de la ciudad vieja, en el León de los leoneses, en la sede de su cofradía. Pertenecía a la Redención, él, que no tenía nada de qué redimirse. Ese médico paciente, que era bálsamo y cura, que sabía de la vida y la muerte, que intuía el sufrimiento con un tímido vistazo al interior de cada cuerpo herido, se convirtió en paciente. Así, de golpe. La medicina en la que creía no pudo ayudarle. Paradojas de la vida. Y aquí nos hemos quedado todos, intentando salvarle. Dicen que a quien se marcha, hay que dejarlo partir. Ni idea de por qué has tenido que irte. Ni idea de a dónde has ido. Pero si aún no has llegado, que tengas buen viaje, Jorge.