Cuando el camino de la droga termina en la rehabilitación

«No te puede entender nadie que no sufra este problema», cuenta Susana, madre de Luis, un joven de 23 años que consume cocaína y alcohol de manera esporádica. «Por lo menos ahora, porque hace dos años la adicción era mucho más pronunciada». Este cambio se ha producido gracias a la terapia que dirige el director del Plan Municipal sobre Drogas, Heliodoro Gutiérrez, una persona que desde hace trece años ayuda a las familias de los drogodependientes para intentar, «casi siempre se consigue», que los hijos acudan a rehabilitación. Este tratamiento, que tiene una frecuencia semanal y una duración de tres horas, persigue cambiar las pautas de comportamiento en el ámbito del hogar para que los adictos, en este caso los hijos, dejen de ser el centro de atención y se conviertan en los responsables del problema. «Esto casi nunca es fácil. En la terapia tienen que reeducarnos», comenta Susana, que lleva dos años asistiendo a las reuniones. Al principio, dice, «te cuesta mucho actuar en contra de una persona que quieres, pero lo que a tí te duele tanto a ellos les ayuda». Luis actualmente vive en su casa, durante un tiempo tuvieron que echarle, «porque la convivencia era insostenible. Y sin que él venga al centro he conseguido que se esté recuperando», manifiesta. Susana no está sola. Le acompaña María, Luisa, Gimena, Sofía, Pilar, Patricia... Así hasta doscientas familias que desde el año 1993 han asistido a la terapia. Actualmente son siete las madres, por el momento no hay ningún padre, las que participan en estas sesiones grupales. Sus casos son más dramáticos, quizá porque llevan menos tiempo asistiendo a los encuentros. Sofía tiene un hijo de veinte años que también consume cocaína. Su cara está marcada por las cicatrices del sufrimiento. Un dolor que se atenúa con la compañía de otras madres. «Es muy importante darte cuenta de que no estas sola. Hay que aceptar el problema para poder atajarlo», dice con lo voz quebrada. Aunque su caso no está resuelto, y Pedro, su hijo, por el momento no tiene intención de rehabilitarse, la comunicación entre ambos ha cambiado desde que ella entró en el Plan. «Ahora la relación es mucho mejor y yo me he dado cuenta de que no soy la responsable de que mi hijo se drogue», puntualiza. Como ella, se encuentra María que echa en falta más información y más medidas para prevenir el consumo temprano de sustancias estupefacientes. Todas coinciden en que los drogadictos tienen el mismo perfil: «Personas muy inteligentes que saben engañarte. Vienen dando pena y lo que necesitan es un toque de atención, es decir, que los padres tengan autoridad», afirma Patricia, otra de las madres que están dentro del programa de autoayuda. Cuando se le pregunta por el estado de su hijo ella no sabe qué responder. «Me dice que ya lo ha dejado, pero esto ya me lo ha dicho mil veces», asegura con tono escéptico. «Sin la terapia no podría vivir» En un cuarto pequeño, de unos quince metros cuadrados, Heliodoro Gutiérrez se afana para conseguir que los hijos vayan a rehabilitación. Entre el olor a pintura, y el ruido de los albañiles, -la sede que se encuentra en la calle la Serna número tres está en obras- el director del Plan, ajeno a esos murmullos, se reúne con las siete madres una vez a la semana para intentar erradicar los prejuicios. «El trabajo no es fácil», comenta, por lo que necesita de varios meses para conseguir resultados positivos. Las madres están muy agradecidas a Heliodoro, del que dicen: «Él no pide, sólo da». Por eso todas coinciden en solicitar al Ayuntamiento de León, de quien depende el Plan Municipal sobre Drogas, un nuevo local que, según cuentan, ya se lo había prometido el alcalde Mario Amilivia. «Aunque tuviéramos que estar debajo del puente iríamos; sin la terapia no podríamos vivir». «El trabajo nunca es fácil por lo que se necesita de varios meses para conseguir resultados positivos» HELIODORO GUTIÉRREZ Director del Plan sobre Drogas