«Sólo pretendo que se adapte»
Para no agobiarle con las mismas preguntas que ha respondido hasta la saciedad, sólo le doy a entender que aplaudo su idea de presentarse a la joven con unos peluches para ganar confianza y le apunto, lo más tenuemente posible, que el caso pare
«Pero si hay unos lugareños que pretenden que Rochom es la hija que perdieron en la selva hace dieciocho años, habrá que creerlos. Es la mejor opción; se podría practicar la prueba de ADN pero yo la rehúyo, no me interesa. No nos llevaría a ninguna parte. Sólo pretendo que la muchacha se adapte. Si ha encontrado una familia con la que poder compartir, tanto mejor. ¿Cual sería la consecuencia de conocer una verdad espinosa?, ¿un centro hospitalario, o un psiquiátrico?». Su frase queda en el aire, pero todo lo envuelve. A partir de este momento las preguntas y respuestas se enhebran con una fluidez que me asombra. -En un principio se pretendió incluso que la joven fuera enviada para su estudio y observación a la capital, ¿no es así? -Cierto. Ahí, sí que fui taxativo y fíjate que no es mi estilo. Pero esta vez lo fui al máximo. Me opuse con toda mi fuerza, les dije a gente muy influyente aquí, que de hacerlo, se atuvieran a enfrentarse definitivamente con una psicótica. -¿Cómo fue la experiencia desde un punto de vista personal, me refiero a vivir en la casa con la familia? -Estoy acostumbrado... Bueno -dejó escapar con cierto recato-, hacía mucho frío. Dormía sobre el suelo en unas cañas de bambú que se me incrustaban. -La repercusión mediática ha sido importante, ¿qué piensa el propio gobierno de Camboya, tiene éste alguna posición al respecto? -Escasa, este país es tremendamente pobre, el sufrimiento es el día a día. Están acostumbrados a que la gente desaparezca... -Le pregunto cómo es su vida en Pnong Peng, mientras me doy cuenta de que donde se encuentra hay un ruido de fondo. Trato de imaginármelo allí. ¿Cómo te ven los camboyanos? -Aquí soy uno más en la moto. Pnong Peng es una ciudad grande, del tamaño de Sevilla. En Tananarakiri, la relación con los camboyanos es mucho más directa. -Sé que has vivido en Vietnam, Laos y ahora Camboya. ¿Por qué Indochina? -Me interesaba el estudio de las comunidades indígenas en zonas remotas. Pero, Tailandia está desbordado por los turistas, en Laos el Gobierno impone todo tipo de trabas, Vietnam es también muy complicado. Camboya era una buena opción: un país muy necesitado y accesible. -¿Qué queda en ti del adolescente que le dijo a su padre: «papá quiero ser pastor» y su padre respondió con veterana prudencia: «pastor de almas o de ovejas». «Te hablo en serio papá». «Y yo también, hijo. Este es mi consejo: estudia, acaba el bachiller, luego haz una carrera universitaria y si al final sigues queriendo ser pastor, tendrás todo mi apoyo»? -(Risas). Algo queda.. -¿Y de León, de la montaña leonesa qué queda? ¿Acaso un alma de montañero errante? -(Risas). De pastor, pastor errante, pastor nómada. -Sé que eres muy amigo del padre Quique Figaredo, que estuvo recientemente en el Auditorio de León acompañando a un grupo de danza clásica tradicional camboyana, ¿participaste con él en la creación de la fábrica de sillas de ruedas para mutilados? -No, esa es una empresa enteramente de él. Somos grandes amigos, aunque él es más...creyente, -bromea-. -¿Tu eres más laico? -Yo soy animista. Trabajamos en proyectos diferentes, yo lo hago dentro del marco de cooperación del Principado de Asturias y la Universidad de Oviedo, también contamos con ayuda de la OMS y del Ministerio de Sanidad Camboyano. Hemos montado varios centros de salud en zonas rurales. Precisamente, acabamos de presentar al Principado un proyecto para la construcción de sistemas de radio mediante paneles solares, al objeto de poder intercomunicar todos los centros de salud, que son treinta.