«He sabido transmitir en lo que creía»
Dejó el sindicato porque no quería convertirse en un gestor, prefiere mantener el impulso de poner en marcha proyectos; aunque pretende dejarlos a tiempo en manos con más fuerzas.
El cambio de actividad no le ha hecho abandonar el compromiso, durante décadas con el sindicalismo activo, ahora con la memoria, la reflexión y la reivindicación para el sur de la provincia desde la Fundación 27 de marzo. Dejó el sindicato porque no quería convertirse en un gestor, prefiere mantener el impulso de poner en marcha proyectos; aunque pretende dejarlos a tiempo en manos con más fuerzas. Practicante a ultranza del diálogo, lo que no le ha hecho perder la imagen de firme defensor de los derechos laborales, justifica la fuerte estructura regional de que ha dotado a UGT en la realidad territorial. «No cabía otra». A partir de las 14.30 horas de hoy recibe en San Marcos el homenaje de los afiliados, arropado también por una amplia representación social y política. «He halaga, no hay que tener falso rubor. Ratifica que, con mis errores, he acertado en el conjunto. Y a nadie le amarga un dulce». -Un homenaje por toda una vida de sindicalismo y reivindicación. ¿Le tiemblan las piernas o estar entre amigos le tranquiliza? -Me emociona, los hombres del mundo sindical no estamos acostumbrados a halagos. Uno en su vida sindical ha tenido que enfrentarse a asambleas conflictivas, que era donde realmente temblabas. -Después de casi treinta años al frente del sindicato, primero en León y luego en Valladolid, ¿cómo transcurre la vida del Fermín Carnero presidente de la fundación? -Es una vida radicalmente diferente a una actividad tan comprometida como es el mundo sindical. En la fundación todo es más pausado, es una institución de reflexión y de recuperación de documentos. Estamos realizando publicaciones y actividades con una gran amplitud de miras, no sólo sindicales. Una persona que ha tenido una actividad muy exigente no puede de la noche a la mañana pasar a ser un jubilado paseando por las obras. No va con mi carácter; sigo ocupado en acciones que, como la sindical, redundan en beneficio de la sociedad. -¿Qué le impulsó a abandonar el sindicalismo activo, justo cuando había logrado el objetivo de la estabilidad y la estructura regional? -Nunca he tenido aspiraciones de permanencia ni de salvapatrias, por eso cuando la asociación ya estaba suficientemente implantada pensé que debía llegar gente nueva. Porque cuando vas alcanzando metas, te conviertes en gestor más que en impulsor, y se pierde capacidad de ambición para mejorar las cosas. La satisfacción del trabajo hecho te hace complaciente. -Sus inicios se forjaron en el sindicalismo asturiano, históricamente mucho más combativo que el leonés. ¿Cómo fue el desembarco en esta provincia? -Era un sindicalismo con pocas opciones cercanas a mi concepción, mis primeros pasos estuvieron amparados en siglas como la Juventudes Obreras Católicas o la Hermandad Obrera de Acción Católica, así llamadas para no ser muy perseguidas; porque no quería bajo ningún concepto entrar en el sindicalismo vertical. En 1976, en cuanto se apuntaba la legalización de los sindicatos, me afilié a UGT y creamos el sindicato de Teléfonos y Correos en León. Fui elegido secretario general, en el 78 me propusieron que me hiciese cargo de la secretaría provincial, y ya toda la vida al frente del sindicato, en León hasta 1997, cuando se me requirió para formar una gestora para adaptar la estructura del sindicato a una realidad de afloramiento de las autonomías. Con mucha paciencia y diálogo surgió una estructura regional de la que todos debemos sentirnos orgullosos. -Hay quien cree que la organización autonómica tiene hoy demasiada presencia, en detrimento de los órganos provinciales. -Son conceptos diferentes. La organización provincial tiene un ámbito muy delimitado, pero la negociación cada vez se hace más en el ámbito de la comunidad. Las uniones provinciales siguen prestando los servicios inmediatos a los afiliados, pero hay una nueva distribución de competencias por una nueva realidad territorial, y no cabía otra. -Un día dijo que se habían quebrado muchas cosas de la dureza inicial que traía encima. -Se quiebran por dos razones evidentes, la edad te hace más reflexivo; y las condiciones de negociación han cambiado mucho. De aquellos primeros conflictos donde primero había que presionar y luego negociar se ha pasado a un mayor contacto con las organizaciones empresariales. Hay marcos de entendimiento y la dureza de la conflictividad sólo se establece donde hay incapacidad para llegar a acuerdos. Esta nueva actividad exige mayor preparación de las organizaciones sindicales, ya no va el líder duro y combativo a hablar de empresarios carroñeros y estas cosas, se va con economistas, asesores y abogados para ver todas las posibilidades del conflicto. -Del sindicalismo de la revolución y la esperanza se ha pasado al diálogo institucional. Además de las formas, ¿cómo se ha transformado el fondo del movimiento obrero? -Aquella forma de combatir de barricada conseguía prácticamente las mismas cosas, pero exigía un desgaste brutal a los trabajadores. Las huelgas tenían un coste muy importante en sus nóminas, y al establecer unos marcos de referencia para mantener el poder adquisitivo de los salarios, la cláusula de revisión, todo se pacificó bastante. -Inmigración, juventud y mujer son los retos de futuro que se ha marcado el sindicato. Objetivos más sociales que laborales. -Claro, hay un hecho novedoso a los primeros años del sindicalismo. Hoy hay un 48% de mujeres en el trabajo, eso ha exigido otro tipo de necesidades, guarderías, programas de madrugadores,... Hay nuevos retos y eso exige nuevas reivindicaciones sindicales. Otro hecho es la inmigración, hay que procurar que sus condiciones de trabajo sean similares a las del país que los recibe, porque si no crearíamos una casta de trabajadores poco retribuidos y sin derechos laborales que al final debilitarían la propia estructura laboral del país. -¿Cómo se afronta el sindicalismo en una provincia envejecida, en la que el trabajo no sobra? -Hemos hecho un trabajo que muchas veces no se reconoce. En la minería, por ejemplo, se han perdido muchos miles de puestos, pero los trabajadores que han abandonado la actividad han quedado en condiciones económicas dignas, les permiten mantener sus ingresos. Lo que es necesario es trabajar por sectores emergentes que creen nuevos puestos que compensen las pérdidas en la minería y el campo. -Durante su congreso de despedida uno de los que más le elogió fue el presidente Herrera. -Siempre pensé que el respeto a las personas era una base que permitía mejor el diálogo. No he sido proclive a las descalificaciones facilonas y eso se tradujo en un cierto respeto a mis planteamientos sindicales, y me permitió abrir un diálogo más sencillo con los que podríamos denominar adversarios. Ninguna regla sindical dice que tengas que negociar cuando las instituciones son ideológicamente más cercanas, y negarte cuando las opciones políticas sean más lejanas a las que defiendes. Porque eso te convertiría en un partido político en la sombra, donde más que conseguir mejoras al mundo laboral perseguiría el desgaste de las instituciones cuando no estuviesen ideológicamente próximas. Eso lo tuve siempre claro. -De su personalidad destacan capacidad de diálogo y firmeza en las exigencias. ¿Cómo se compaginan contundencia y flexibilidad? -Cuando un congreso te da la responsabilidad para tomar decisiones, y la libertad de rodearte de gente comprometida con tu proyecto, es más fácil explicar por qué actúas. He tenido cierta capacidad de transmitir lo hacía y en qué creía, y también la organización me ha apoyado. -Dice que fuera hay mucha gente «intentando convencernos de que lo que hacemos no vale para nada». Convénzales de que sí vale. -Se habla mucho del mundo sindical desde fuera, pero no hay ningún derecho que se consiga con una negociación fácil. Las empresas contemplan a los trabajadores como costes laborales, y mientras menos cuesten más beneficios hay. Obligarles a reconsiderar estas posturas no es fácil, no son oenegés; y ahí se establece la lucha de clases, que sólo se puede saldar con la correlación de fuerzas. Si la parte patronal es muy fuerte y al otro lado se sientan los trabajadores aislados, y no respaldados por organizaciones fuertes, no hay negociación ni avances sociales. -¿Hacian dónde van sus objetivos personales y profesionales? -Todos están compensados y dirigidos a que esta fundación tenga presencia en la vida de Castilla y León. Es otro reto, poner en marcha otra iniciativa, y espero que en cuatro o cinco años pueda estar consolidado y transferirlo a gente que renueve impulsos. Yo tendré más de 70 años, y aunque me encuentro bien, fuerte y con claridad de ideas, no creo que sea edad para seguir iniciando proyectos. Me replantearé una vida todavía un poco más tranquila.