| Crónica | Por el pasado, para el futuro |
Esta pena no se paga entre rejas
La presentación de «Historia de las cárceles leonesas», editada por Everest, se convierte en un sentido homenaje póstumo a su autor, Benigno Castro, bajo la tutela del ministro Alonso
-«¿Te llamo ministro o sigues siendo José Antonio?» Javier Amoedo sondeó más desde su carácter de amigo personal que desde el de Procurador del Común el estado de ánimo con el que llegaba el autor del prólogo a la presentación del libro. De primeras, el responsable de la cartera de Defensa esbozó la mejor de sus sonrisas. Fue antes de que los recuerdos empezaran a embargarle y le obligaran a tirar de tablas para sujetar lágrimas incipientes que, por momentos, quisieron hacer acto de presencia, al final del discurso. «A mis Rosas y Pepe. Con todo mi cariño. Y por todo el recibido, que nunca podré corresponder en toda su magnitud» firmó Benigno Castro en la dedicatoria, sin adivinar que cuando viera la luz, sería póstuma. No sabe bien el autor de Historia de las cárceles leonesas cuán presente sigue su figura después de la hora del adiós. El Hostal de San Marcos escenificó ayer, tanto como la presentación de una obra editorial, el reconocimiento a una figura. Y al acto se sumaron el ministro de Defensa, José Antonio Alonso, la directora general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, el presidente de la Sociedad Estatal de Infraestructuras y Equipamientos Penitenciarios, Constantino Méndez, el senador leonés Miguel Martínez, el director general de Editorial Everest, Miguel López Varela, el delegado de Gobierno, Miguel Alejo, el subdelegado, Francisco Álvarez, el candidato a la alcaldía, Francisco Fernández, amén de una nutrida representación de la vida política, civil y militar de la capital. Incluso el presidente del Gobierno estuvo presente por delegación: «Me ha encargado que te transmita un abrazo fuerte, Rosa» manifestó Alonso a la viuda de Castro, «y que te traiga muchos recuerdos». «Tenía brillantez y capacidad para la reflexión, y eso, en aquellos tiempos que vivimos, en plena transición, no era fácil. Es la época en la que los recuerdos que tengo de él me vienen más nítidos, pero también el momento que me dejó más claro su sentido de la vida, y cómo sabía disfrutarla con coherencia y criterio», apuntó el ministro. Leonés, cerrado Ser leonés y expresar sentimientos casan poco. «No es fácil hablar de alguien a quien me unía tanto. Para mí, era una persona especial. El día de su muerte ha sido uno de los más duros de mi vida. Secretos confesables. En plena campaña electoral del 2004, el ahora responsable de los ejércitos, entonces con vocación indirecta de mando máximo de la Policía, se presentó en León dispuesto a ganar el 14-M. «Necesitaba un análisis de la realidad social, política y económica de León. Se lo pedí a él, y me hizo un trabajo tan certero, que no falló en absolutamente nada. Cuando llegué al Gobierno, me hubiera gustado contar con el para cargos de muy alta responsabilidad, pero ya estaba bastante enfermo», se lamentó Alonso. De su concepción de las penitenciarías destacaba «el carácter rehabilitador que había que conferirle a un centro de estas características, y él tenía esa sensibilidad y la moralidad necesaria. Este libro es el presente, anuncia cómo vendrá el futuro y resume el pasado y lo que nunca deberíamos volver a repetir. Con la historia de sus cárceles se escribe también la trayectoria de una provincia. Y, estés donde estés, Benigno, espéranos, que pronto o tarde, volveremos a hablar de esto, y de cine». 1397124194 Los leoneses, transidos de verdadera compasión por el delincuente, veníamos solicitando una cárcel decente. Victoriano Crémer (1965)