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Publicado por
León

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Érase que se era, un señor llamado Alfredo, que vivía en un pueblo de estos apartados del mundo en el que vivían veinte personas y cuatro perros. El tal Alfredo, se dedicaba a la agricultura y la ganadería, con lo que tenía su granja llena de plásticos, hierros, cacharros y demás materiales que lo único que hacían era estorbarle a él, a sus animales, a sus vecinos y por supuesto, al medio ambiente de la zona. Un día Alfredo, vio que empezaban a pasar camiones y aparatos de obras como excavadoras y demás. Él, estaba totalmente extrañado por lo que estaba sucediendo debido a que no se veía eso desde hace por lo menos siete años cuando acabaron el ayuntamiento de dos pueblos más allá, el cual poseía una plaza central donde se hacían todas las reuniones convenientes de la comarca cada dos o tres semanas. La cuestión era que la gente de la comarca se había quejado del «vertedero» que Alfredo tenía en su granja. Y habían planteado que se colocara un centro de reciclaje para que se llevaran todos los objetos reciclables como los que tenía Alfredo en casa. Cuando se terminó la obra, toda la comarca empezó a reciclar. Todos menos Alfredo que tenía tanto para reciclar que no era capaz de hacerlo solo. Alfredo propuso a la comarca que si le ayudaban a quitar, transportar todo lo que tenía en su casa para reciclar, se comprometería a ir una vez a la semana a reciclar. Y así fue como se arregló el problema del reciclaje y la contaminación de Alfredo, el viejo Alfredo.