FALTAN DÍAS PARA EL 27-M | Tribuna política | Desde el Rubicón |
Hay errores que matan 21
Anda Mario Amilivia a la caza de las asociaciones de inmigrantes para montar una gran fiesta de votos, pero hasta ahora sólo ha encontrado el no por respuesta
Elaborar listas electorales no debe ser nada fácil y cerrarlas, mucho menos. Cuando están a punto de llegar las elecciones, los partidos se agitan como las cocteleras en una noche loca y los de arriba, vamos los que mandan, una vez colocados ellos comienzan a colocar al resto. ¿Cuál es el criterio? Por el conducto reglamentario, como en la mili. Pero aquí, como en casi todo, a veces hay más jefes que indios y, en no pocas ocasiones, es harto complicado ubicar o reubicar a todos los jefes y, mucho más, a todos los indios. Por eso, otras tantas veces, se tira por la calle de en medio, como vulgarmente se dice; o lo que es lo mismo se llenan las listas con lo que haya, que lo importante es presentar cuantas más mejor. Pero sucede que no siempre se consigue ese propósito, bien por un error o bien porque no hay de donde rascar. La primera de las causas: la del error, es a la que se agarra el Partido Popular, para justificar el hecho de que en el municipio de Cabrillanes -zona de influencia y sobre la que manda Cipriano Elías Martínez- no haya presentado ni un sólo candidato a las pedanías del municipio y son, nada más y nada menos, que catorce y, lo que es peor a la vista de los resultados de hace ahora cuatro años, el PP podría haber ganado en 8 o 9 de ellas. ¿Pero quién ha podido cometer ese error? Pues quién va a ser -Cipriano Elías Martínez no, desde luego-, la persona que cerró los sobres de la documentación, pobrecita. Hala, ya está, asunto cerrado y zanjado. ¿Qué se le va a hacer? Pero esta razón, la gente de la zona, del PP por supuesto, no se la acaban de creer y acusan directamente al señor diputado de imponer su decisión autoritaria. Cabrillanes no es el único caso. En la comarca que preside Juan Martínez Majo no se ha logrado cerrar listas en no pocos ayuntamientos -eso sí, pequeños- y esta vez no por error, sino porque no había de dónde rascar, una vez rascada ya hasta la familia más directa.