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| Reportaje | Conviviendo con ratones |

Un artista en procrear

Diez meses después de que los agricultores de Escobar de Campos denunciaran pérdidas por presencia de roedores, la plaga avanza por la provincia leonesa sin oposición

Enrique Cid, en una parcela de Escobar, marca el daño en enero

Publicado por
L. Urdiales - redacción
León

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Corre por los pueblos leoneses una leyenda sobre cómo se gestaron las primeras explosiones demográficas de topillos, cuando desde una avioneta del Icona, el extinto organismo que gestionaba el medio ambiente en España, se lanzaban ratones de tres en tres para que el del medio sobreviviera a la caída. La fábula trata de dar explicación al origen de otras plagas. La actual encuentra causas menos peregrinas: un invierno con temperaturas suaves encendió la mecha de la superpoblación que asola desde hace diez meses diversas zonas de cultivo de Castilla y León. Sin nevadas o heladas persistentes, el microtus arvalis, -un artista en procrear que vive un celo perenne-, se multiplicó a sus anchas en la estación invernal, otras veces ideal para el receso poblacional para esta especie, arengado además por la despensa repleta de comida; comió hasta la saciedad: devoró la simiente de cereal de invierno, la colza que se destina a producir biodiésel o las alfalfas. Cuando los agricultores se percataron de la invasión el ejército de roedores ya horadaba tierras sin descanso, comía heno con gula y, sobre todo, se reproducía en secuencia exponencial. Una hembra consigue camadas de hasta una docena de miembros que, a los 28 días, están preparados para incrementar la familia. «A ver quién es el listo que capaz de contar los que hay», retaron los agricultores en enero, malhumorados ante la nula atención social que lograron con sus llamadas de socorro. Alguien ya se ha tomado la molestia de cuantificar al enemigo: se extiende con 500 millones de unidades, a razón de 1.500 cabezas por hectárea ocupada. Como con las plagas de los relatos bíblicos, esta de topillos contó con los campesinos como profetas. Fue la gente del campo la que predijo con diez meses de antelación el avance, la orientación y las consecuencias del fenómeno de superpoblación de roedores. «Se van a alimentar en el secano mientras llegue el calor; después tomarán los cultivos de regadío». La predicción se ha cumplido. Y eso que en febrero y marzo la plaga estaba destinada a ser pasto del olvido y de la clorofacinona,veneno anticoagulante que causa daños irreversibles en estos bichos. Fue la primera medida oficial de la administración autonómica, que dispuso la colocación de ponzoña en las zonas más desprotegidas ante el paso de la horda. Pero una denuncia ecologista contra los consejeros de Agricultura y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León obligó a ese gobierno a detener la operación. El microtus arvalis es hoy un fenómeno mediático, un tema de conversación más obligado que recurrente, un estigma que protagoniza una batalla política que ha llegado a comprometer la agenda política prevista por el ejecutivo de la autonomía de Castilla y León. El parte de incidencias señala que quinientos millones de ratones deben morir abrasados. Los agricultores dudan de la efectividad de la medida. Y, como ya hicieron en invierno, vuelven a avisar, como si se tratara de una plaga bíblica: «Corren al regadío; corren hacia el oeste. En dos meses estarán el Bierzo».

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