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«Cometí muchos delitos pero gracias a la Biblia soy otra persona»

Uno de los internos de la prisión de Mansilla de las Mulas

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Pablo Rioja - león
León

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J.C.S. es uno de los 40 presos que viven en el módulo de enfermería de la cárcel. Tiene 30 años y padece esclerosis periférica, una dolencia que apenas le permite ejercitar su brazo y pierna izquierdos. Aún así, cada día trabaja en la pequeña carpintería que la Pastoral Penitenciaria tramitó con los funcionarios de la prisión, como actividad de ocio y una vía para la reinserción. De su vida J.C.S. cuenta que ha sido un desastre. «Soy de familia humilde y muy problemática, nunca conocí a mi padre, y mi madre, joven e inexperta, era drogodependiente y alcohólica». Este joven estuvo interno en un colegio varios años y al salir, enseguida tomó contacto con la calle y diversas redes de delincuencia. «Llegué a cometer todo tipo de delitos; robos, secuestros, drogas, tráfico de armas, y una serie de sucesos que determinaron mi estado actual». El fiscal pidió 45 años de condena, aunque finalmente se quedó en algo menos. Pero J.C.S. asegura que a pesar de tal cúmulo de despropósitos un suceso cambió su vida. «Hace unos años, a mi paso por la cárcel de Burgos, un interno me empezó a hablar de la fe en Cristo, las Escrituras y los efectos que todo eso había producido en él. Desde entonces empecé a leer la Biblia y hoy puedo decir que soy una persona diferente, feliz y libre, a pesar de mi condición carcelaria que acepto, porque me equivoqué». Ahora la vida de este preso es casi monástica, dedicada al estudio y la oración. Remarca que intenta contagiar su positividad y serenidad al resto de internos.

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