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Los accidentes, las averías y los socavones catalanes provocan retrasos de más de cuatro horas

El tren León-Barcelona tarda casi 14 horas, igual que hace veinticinco años

El convoy salió hora y media más tarde de lo previsto a causa del atropello de un caballo en la capital

Pasajeros hacen cola para reclamar la devolución del dinero por el grave retraso del tren

Publicado por
Alberto Magro - redacción
León

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Hace 25 años las estaciones de León se poblaban de pañuelos cada vez que el Estrella partía hacia Barcelona con sus literas cargadas de leoneses y gallegos que buscaban en Cataluña un porvenir más prometedor que el local. Casi tres decenios después, en el andén ya no hay pañuelos, ni demasiados emigrantes, pero el resto sigue igual: el Estrella que parte de Galicia, y debería salir de León a las 00.25 horas, es el mismo tren y las vías por las que circula hacia a la prosperidad catalana solo han mejorado en los tramos cercanos al Mediterráneo. El resultado es que el viaje en el tren más mítico de la historia implica hoy casi las mismas veinte horas de 1982. Lo comprobó esta semana el Diario de León, en un recorrido por los ferrocarriles de entonces y ahora, que son los mismos. No hizo falta esperar mucho para darse cuenta de que el tiempo sí puede pasar en balde. Ya en Vigo, cuando el tren iniciaba su viaje a las 18.23 horas del miércoles previo al día de Todos los Santos, un literista advirtió de que la llegada a Barcelona se retrasaría «una hora y media». ¿Y eso? «Vamos sólo hasta Tarragona, por los socavones, y desde allí seguimos en bus». La primera, en la frente Aunque el pasaje se encoge de hombros. Ya nada sorprende a iniciados como Elena y su marido, Manuel, que van hasta Aragón a ver a su hija. «Esto es tercermundista, un desastre, pero no hay más opción que aguantarse y cruzar los dedos para que no pase nada raro», cuenta Elena. «Nos os quejéis que al menos salió puntual», apunta un estudiante de Peritos. Vuelve a casa por el puente, y lo que dice no es cuestión menor: el tren ya no volverá a ser puntual en todo el trayecto. «Ya tengo callo. Cuando puedo viajar, el avión no está para estudiantes», apunta. Tiene billete de preferente, es decir: viaje en butaca, pegando cabezazos contra la ventanilla. O haciendo yoga, como María, una leonesa que se recoge sin éxito sobre sus bailarinas verdes para dormir: «Entre el traqueteo y la gente, no pegas ojo». «Es lo que nos queda aquí. No hay bus al aeropuerto y dejar el coche allí unos días cuesta más que el viaje, así que al final cogemos el tren y nos comemos el suplicio», explica Julián, que viaja con su mujer a Barcelona. Caballo atropellado El viaje en León ya arranca mal. A la entrada de la capital, tras seis horas de traqueteo por Galicia, el tren se lleva puesto un caballo. «Está para que lo recojamos con cucharilla», bromea un técnico. Al rato, cambia el gesto: «La máquina pierde aire, hay que cambiarla», explica. Son las 00.40 horas y hasta la 1.30 no llega ayuda de León. El problema se soluciona a las 2.00, pero el retraso es definitivo. El tren debería haber salido a las 00.25 lo hace con hora y media de retraso, a la dos de la madrugada. Mientras tanto, los pasajeros que no se han entregado a la jarana cervecera nocturna del Estrella duermen hacinados en las mismas literas estrenadas en 1984. Pero con el amanecer llegan las quejas. «Cuando no es un caballo, es un perro y, si no, un agujero», protesta Martín, un hombre de 57 años que lleva viajando en el Estrella desde los 7. «Para los leoneses no hay progreso», recalca. Y el tren se empeña en darle la razón. Aparece en Zaragoza cuando tenía que estar en Reus. Y en Reus cuando debía entrar en Barcelona. Las diez horas y media previstas van ya camino de las 14 cuando, en Tarragona, Renfe sube a los viajeros en buses. La ausencia de tráfico del día festivo permite ganar tiempo a los tres autocares que trasladan a los viajeros al final de la aventura. Son las 13.47 horas y sólo queda reclamar la devolución del billete por el retraso. Al final, 13 horas, 30 minutos, una reclamación, siete cafés y un bocadillo de tortilla requemada después, el cronista y 268 viajeros dan por concluido un viaje por el tren de los setenta y los ochenta. Pero en el 2007. A las 6.10 de la madrugada del jueves, un joven bostezante se baja del tren con su maleta. Acaba de levantarse de su litera en el Estrella y cuando pone el pie en tierra ve el cartel de la estación y despierta de golpe. El convoy debería estar en Zaragoza, pero el letrero habla claro: «Logroño». A su espalda, el tren empieza a moverse. El ourensano corre y sube justo a tiempo. y Barcelona.

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