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Un veloz y afilado galgo

La proximidad de las elecciones convierten en material sensible los datos sobre este proyecto. Se sabe, eso sí, que a Valladolid le toca el gordo del AVE el 22 de diciembre y a León la pedrea

El S-130 Talgo Bombardier, bautizado como Alvia, en la estación vallisoletana del Campo Grande

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V. Pueyo - león
León

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Olvídense: este no es el tren de Aranda que pita más que anda. Esto es el ingreso lento (pero esperemos que seguro) en la modernidad ferroviaria. Un buen día, no hace demasiado, alguien cayó en la cuenta de que los ferrocarriles estaban para algo más que para cerrarlos y se asomó al abismo que se había abierto entre el asfalto y las vías férreas. También por entonces alemanes cuadriculados pusieron el cuentakilómetros del ferrocarril a 300 kilómetros por hora. Y se abrió, de nuevo, la puerta al tren, ominosa y absurdamente entornada cuando no cerrada a cal y canto: basta recordar a la difunta línea de la Ruta de la Plata o, en otros puntos del país, el asesinato alevoso de líneas como la que conectaba, por la Iberia más hermosa y agreste, Zaragoza y el Mediterráneo. Hoy esa línea, como otras más cercanas, han sido convertidas en alegres y joviales vías verdes y los raíles han dado paso a las bicicletas... y a una cabreada resignación nada ecológica. Con estos antecedentes, asistir al viaje promocional de un nuevo tren, veloz y afilado, construido con muchas paladas de inteligencia y audacia españolas, es una compensación y una gozada. Detrás del S-130 Talgo Bombardier, fabricado en el malagueño taller de Los Prados, hay muchas horas de duro trabajo y un entusiasmo parejo al que Carlos de Palacio Oriol, -nieto de José Luis Oriol y hoy presidente de Talgo-, rememoraba ayer al recordar a esos pioneros que dieron con la clave del tren articulado ligero y pusieron las bases, las sólidas traviesas sobre las que se asienta este tren del siglo XXI llamado Alvia, con cara de rara especie canina (¿galgo desorejado?) que nos ha de elevar a los leoneses, de verd ad y sin medias tintas, al cielo de las altas velocidades ferroviarias. ¿Cuándo? ¡Ah! esa seguía siendo ayer la pregunta sin respuesta. De momento sabemos que a Valladolid le toca el gordo del AVE el día 22 de diciembre y que a León le toca la pedrea: la que supone ponerse en Madrid en algo menos de tres horas gracias a la hora y media que se ganará al entrar en servicio la línea de alta velocidad entre Valladolid y la capital de España. Abelardo Carrillo, director general de Alta Velocidad, fue cauto y austero en las respuestas a los periodistas y dejó para los políticos el ejercicio de las promesas. La proximidad de las elecciones generales convierten en material sensible los detalles sobre este gran proyecto ferroviario y todos andan con pies de plomo. En lo que sí puso énfasis Carrillo es en la extraordinaria trascendencia que, para el desarrollo de León, tienen los proyectos en marcha. «Quizá no se tiene todavía conciencia clara de lo que supondrá que León esté a dos horas de un núcleo como Madrid en el que vive n seis millones de personas». Nada sobra ni falta en la cabina, cabeza de este prodigioso galgo a la que se llega después de atravesar un pasillo plagado de motores en el que no causaría sorpresa escuchar el grito de «¡inmersión!». Al final estaba Carlos Lozoya al mando de la bestia sin perder ojo de las líneas paralelas que se juntan sólo en el infinito (a Dios gracias). A 160 km/h, velocidad máxima que de momento se alcanza en esta vía, el otoño se corta como con una cizalla. A la derecha los chopos tocan la lira machadiana y a la izquierda un rebaño de ovejas miran de reojo al extraño bicho. «Oye ¿cómo se para esto si te encuentras el rebaño en medio de la vía...?». En la cabina se sonríen; siempre hay un gafe suelto, pero lo cierto es que a 160 la inercia del gigante necesita casi un kilómetro para detenerse. Calculemos (o mejor dejémoslo así) cuando la velocidad sea la que puede alcanzar: 250 km/h. Pero tranquilos, las medidas de seguridad son tales que la máquina parece estar pidiéndole al maquinista que se limite a no dormirse y que no moleste demasiado. Y, si se duerme, o se infarta, sabe parar sola. Lo juro. Es hora de tomar un café. Si usted coge este tren hoy y pide un café le atenderá, quizás, Lola, rubia y joven, con todo el futuro por delante; igual que el tren.

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