Los índices de la riqueza azucarera enjugan el recorte de rendimientos
Riqueza por rendimiento. Estos dos factores definen el resultado económico que ofrece la campaña remolachera de este año para los cultivadores leoneses. La climatología de otoño resultó inadecuada para elevar los rendimientos previstos para el cultivo, que cierra medias de ochenta toneladas por hectárea, por detrás del mejor umbral. «Se están dando situaciones de recorte de producción, hasta el punto de que podemos llegar a final de campaña con menos de cien mil toneladas de remolacha de hoja verde del aforo fijado», aclaró Matías Llorente, en representación de uno de los colectivos remolacheros más importantes de León. La compensación llega por los índices de riqueza, históricos, que marca la remolacha entregada en la azucarera de La Bañeza. En la molturadora leonesa se recogen hasta el momento los porcentajes más altos de azúcar en producto de toda la zona note. Con diferencia. Las medias de casi 18 grados de polarización parecen escasos incluso ante los registros logrados por la raíz obtenida en algunas vegas de León, donde la riqueza en azúcar supera los 18 grados y medio. De esta forma, la riqueza azucarera de la remolacha invierte el recorte de producción al traducir en más de un millón de toneladas de remolacha tipo de 16 grados de riqueza las previsiones de molturación en la fábrica leonesa. Este registro elevado de materia dulce (hasta veinte décimas de diferencias medias con otros ejemplos de la zona norte) se traduce también en beneficios económicos para los cultivadores, que ya han dejado en fábrica más de 400.000 toneladas de remolacha sobre un aforo previsto de más de 950.000. La campaña se recorta La intervención de la climatología en los rendimientos tendrá también repercusiones en el calendario de arranque de la raíz, que se acelere en las próximas semanas habida cuenta del escaso crecimiento que ofrece la remolacha en las tierras. La entrega en la fábrica bañezana, si un cambio brusco de tiempo o lo impide, se puede cerrar en la primera semana de marzo, o la última de febrero, (cuando estaba prevista que la actividad se extendiera hasta bien entrado el mes de marzo). El avance de las fechas de arranque impedirá que se reproduzcan situaciones de otros inviernos, con cultivos anegados tras las nevadas.