Los criadores alertan de la práctica fraudulenta de comercialización de esta raza y la pérdida de pureza

Lejos de los años, de otros siglos, en los que los mastines llegaban a los pastos de León como guardianes de la joya más preciada de la corona de Castilla; lejos de los tiempos en los que se cimentó la leyenda y la nobleza, y también la fortaleza de su pureza genealógica -cuando en verano entraban en Babia trescientas mil ovejas y más de dos millares de perros (a razón de siete canes por rebaño)-, Babia reivindica con fuerza su relación secular con el perro más distinguido. Y con urgencia para frenar prácticas fraudulentas de comercialización del ejemplares de esta raza que tienen poco que ver con la esencia del mastín. Así se ha producido en recientes operaciones en las que el valor de la transacción radica precisamente en la identificación del cachorro con la comarca de Babia, cuando en la práctica no tiene ni visos de ser mastín. Un centro de cría fomentado por la Xunta de Galicia ya se ha declarado víctima de este tipo de prácticas, que advierte cuando el perro adquirido por su procedencia babiana comienza a crecer y a mostrar rasgos morfológicos que no tienen nada que ver con el mastín leonés. «Esta es una situación de descrédito que al final acaba por perjudicar a Babia», expone Álvarez Barriada. La asociación de amigos del mastín de Babia aspira a recomponer cualitativa y cuantitativamente la población canina que identificó esta raza con la comarca leonesa, y viceversa: «Si no, no vendrían los criadores más celosos de la pureza de la raza a buscar ejemplares a esta tierra», reflexiona Álvarez Barriada.