Diario de León
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La carga de trabajo extra que los funcionarios de prisiones tienen que soportar por la superpoblación de las cárceles castellanas y leonesas tiene consecuencias que van más allá del simple funcionamiento de los centros penitenciarios. Muchos de los afectados se enfrentan al llamado síndrome burnout o síndrome del quemado, una patología de reciente aparición que comparten con otros colectivos del mundo sanitario o de la educación. De hecho, según un estudio publicado en la página del sindicato -www.acaip.info-- «la profesión de vigilante de penitenciario puede ser altamente estresante ocasionando cansancio físico, psicológico y una gran insatisfacción laboral». «El estrés y la carga de trabajo están causando daños psicológicos irreparables en muchos compañeros», asegura José Antonio Cartón, secretario de Organización del sindicato Acaip. El desgaste físico y psicológico es considerable ya que «estamos asumiendo el doble de trabajo que hace diez años con los mismos recursos». Tal y como explicó Ignacio Hernández, secretario de Relaciones Institucionales de Acaip, «el compromiso de los funcionarios con su trabajo y sus compañeros hace que rechacen la baja por enfermedad, lo que aumenta su malestar y las consecuencias del síndrome». La patología, que se traduce en apatía, cansancio y depresión, y que puede derivar en diversas alteraciones físicas como dolores de cabeza crónicos, afecta también al ámbito familiar de los funcionarios, ya que «es difícil desconectar del trabajo y llevar una vida familiar normal».

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