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OPINIÓN

Segunda promoción de Derecho (1978-1983)

Publicado por
MARÍA DOLORES GARCÍA
León

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CON MOTIVO DEL 25 aniversario de la Segunda Promoción de la Facultad de Derecho de León, (1978-1983) y ante la reunión de sus antiguos alumnos el sábado 17 de mayo, una cita para el recuerdo y el recuento de lo que esperábamos y finalmente somos y a modo de homenaje, resumo en muy breves palabras algunas de aquellas enseñanzas de excepcionales profesores que dieron y aún siguen dando lo mejor de su condición, no sólo profesional, también humana, a nuestra sociedad. Así, de Fidelio Fraile guardo la sabia visión de que no hay nada más poético que vivir el día a día sin esperar que pase a ser vano recuerdo en hoja impresa. De Manuel García Álvarez, ex-Procurador del Común y gran constitucionalista, que nuestra Constitución, aunque ambigua, es nuestra máxima Ley y es clara cuando dice «y» en lugar de «o», lo que daría al traste con muchas intransigentes posturas que hoy se debaten, dentro y fuera del parlamento, con tan poco criterio. De Javier Amoedo, maestro de grandes juristas-él mismo lo fue; lo es- y Defensor en la actualidad de los débiles ciudadanos de la Comunidad, aprendí entre otras muchas cosas que si hubiera algún caso de hombre violado rozaría lo extraordinario, lo que nos pone frente a una realidad cada vez más atroz, y es que violación-violencia-víctima, siguen siendo sinónimos de lo femenino. De Javier Costales -experto civilista y «madrino sentimental» de esta promoción- que lo que caracteriza al buen abogado no es la facilidad o complejidad de su respuesta, sino la habilidad para saber buscar ésta eficazmente. De Manuel Otero Lastre, del que tanto aprendimos, que lo importante de una letra de cambio no es tanto la firma como la palabra dada que subyace en ella. De Francisco Sosa Wagner -tan explícito en sus lecciones como su admirado Haydn en sus cuartetos-, que es la Administración quien debe servir al administrado y no al revés. El silencio administrativo sólo se rompe con la voz del ciudadano pues nunca el miedo abrió puertas. Pero sobre todo, quiero recordar a una persona excepcional, en lo privado y profesional: Fernando Santamarta, fiscal de la Audiencia Provincial. Aunque desaparecido ya hace unos años, sigue sin embargo en la memoria de quienes tuvimos la suerte de conocerle y ser sus alumnos, dejando huella imborrable e impagable. Con él se rompía la imagen del Derecho como algo sobrio y descarnado, dejando claro, con su contundencia habitual, que cuanto más miserable es la condición del hombre, con más piedad y tiento debe servirse la justicia. Él nos dio una lección de honestidad, de conmiseración sin necesidad de perder su dignidad y el respeto. Para el final he dejado el consejo, algo confuso, de otro gran magistrado, esta vez de lo Laboral, José Quirós, hombre que además de buen profesional era un gran amante de la vida, de la buena vida. Él sentenció: «Ningún trabajo es bueno para el hombre si no le permite levantarse por lo menos a las once de la mañana» (laboralmente incendiario) quizás dando su propia versión de que «no por mucho madrugar amanece más temprano». Tal vez ese sea el secreto, tomarse la vida con calma. Aunque bien pensado, tal y como están las cosas, la justicia no puede ni debe dormirse nunca. Por último quedan mis compañeros, aquellos que comenzaron y no siguieron y los que terminamos antes o después y que me siguen demostrando que nadie cambia. Siempre se es lo que se es. Las oportunidades sólo te dan ocasión de sacar lo que llevas oculto, pero no lo inexistente. Somos las promociones de la democracia y de la libertad. Ojalá sepamos transmitir estos valores, esas enseñanzas y sus principios esenciales a quienes nos siguen, elijan o no nuestro camino. Que sigamos cumpliendo años en paz y constitucional libertad.