Diario de León

Retablo leonés | Mirando hacia la historia

Apuntes sobre las fiestas sanjuaneras

Nuestras fiestas sanjuaneras, unidas siempre a las ferias que las dieron origen, son de las más antiguas, concurridas y renombradas de España. Sus comienzos se pierden en la memoria de los tiempos

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Enrique A. Pérez - león
León

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Las fiestas y verbenas de San Juan, puede decirse que son universales. Las hogueras, las abluciones, la busca de hierbas... son costumbres que existen en todos los pueblos. Es una fiesta poética y simbólica; la noche más corta del año, que con su mágico rocío da a las plantas virtudes maravillosas, según la candorosa leyenda, todo pone una aureola de poesía en estas fiestas del Precursor. En León, hasta el siglo XIX, se iba al Soto de San Marcos -al final del actual paseo de La Condesa- a comer buñuelos y beber leche al amanecer, y poco después de la salida del sol, que se celebraba con aclamaciones y brindis de la multitud regocijada, la gente se volvía a la ciudad. Es curioso constatar, cómo un periódico de principios del siglo pasado, El Mensajero Leonés refleja en su edición de 24 de junio de 1903, este sabroso comentario: «anoche trasnochó mucha gente alegre, que se dedicó a recorrer las calles cantando, preparándose así para la verbena. Ésta se ha celebrado en diferentes sitios de los alrededores. El consumo de aguardiente y buñuelos ha sido más que regular. Las «pítimas» innumerables; desde las doce de la noche, había ya muchos aficionados que hablaban solos. Sin embargo no ha habido incidentes dignos de mención». Nuestras fiestas sanjuaneras, unidas siempre a las ferias que las dieron origen, son de las más antiguas, concurridas y renombradas de España. Sus comienzos se pierden en la memoria de los tiempos. Ya en Lancia, un siglo antes de Jesucristo, se sabe que había un gran centro de mercado y concentración que aglutinaba a las gentes en torno al solsticio de verano. En el Fuero de León, dado por Alfonso V en el año 1020, puede leerse en el canon 46: «El que turbase el mercado público que se celebra «desde antiguo», pague al sayón del Rey sesenta sueldos...». Tenemos también datos muy curiosos de un pleito que puso en el siglo XVI a la ciudad de León la villa de Sorriba, de la montaña de Cistierna, regateándonos la supremacía en la celebración de la feria de San Juan. Los tributos de los Reyes Escarbando con detalle y paciencia en el valiosísimo archivo municipal leonés, te encuentras con datos que son una delicia para los amantes de la historia de esta ciudad. Pudimos ver ciertas pragmáticas reales, que expresamente prohíben a las villas de Sahagún y Mansilla la celebración de ferias en los días de San Juan a San Pedro, para no competir ni mermar las que se celebran en la capital del Reino. Pero una de las costumbres que más nos llamó la atención, y que duró varios siglos, fue la de institucionalizar un tributo real en estas fechas, que consistía en entregar un caballo al monarca, previamente concertado entre el municipio de León con las jurisdicciones de Boñar, Valdeburón y Las Babias. Para ello, se presentaban los más selectos ejemplares de las montañas de León, correspondientes a los Concejos citados. La ceremonia llegó a ser tan vistosa, que atraía a todas las gentes comarcanas, especialmente de los ayuntamientos que gozaban de este privilegio. Se desarrollaba ante el palacio de la Poridat, en la plaza de San Marciel, y la presidía el Corregimiento en pleno. Una vez que se mostraban los caballos, se hacía una selección por el «Fiel de Abastecimientos del Ayuntamiento de León», asistido por los tasadores, que cogían los mejores equinos de raza presentados por cada jurisdicción y más tarde se iniciaban unas carreras competitivas para terminar, entre vítores y aplausos de la concurrencia, con la finalísima selección del mejor ejemplar. Días después, en el primer concejo que se celebrara después de San Pedro, se entregaba el caballo al mayordomo del Rey, que se encargaba de llevarlo a las caballerizas reales para ser utilizado por el monarca en las monterías, distracción favorita de los reyes leoneses, sobre todo de Alfonso XI, que dejó escrito el famoso libro «De Monterías», del que queda un ejemplar en nuestra biblioteca provincial. Finalmente, el Rey, agradecido de este obsequio tan esmeradamente preparado, otorgaba favores especiales al municipio que hubiese sido agradecido por la selección. Y tan destacados llegaron a ser estos favores, que se hizo necesario el establecimiento de este tributo por riguroso orden entre los tres que acudían a la competición. La noche bruja de San Juan Parece ser, y hay muchos autores que lo defienden, que la noche de San Juan es la que ha dado origen a la palabra «verbena» en su acepción de baile popular nocturno. Y ello se debe a la ancestral costumbre de salir de noche a buscar hierbas, para recoger al rayar el alba sanjuanera. Por eso no es de extrañar, que en las coplas más arraigadas en el sentir del pueblo, se canten estrofas como la siguiente: « El que coja la verbena/ la mañana de San Juan/ no le pica la culebra/ ni bicho que le haga mal //». En nuestra provincia, las variantes de la recogida de hierbas u otras sustancias, presentan a veces curiosidades como la que se produce el día de San Juan en El Bierzo, concretamente en las Cuevas de San Genadio, abiertas a pico en roca viva, que son visitadas por las gentes de la comarca ese día con el fin de recoger polvo de ellas, por considerarlo específico contra las calenturas intermitentes, y dejar a cambio coronas de flores perpetuas y siemprevivas. También en la zona de la Cabrera Baja, adornan sus puertas durante el día con flores, que a la mañana siguiente, van a morir y dejar su fragancia en el fondo de las arcas de la ropa, hasta el San Juan venidero. Hasta entonces la albahaca, el tomillo, la rosa... van a dormir el sueño tranquilo entre las piezas de lino.

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