«Se llevaron los trillos, se llevan los motores y se llevarán la patena si no lo remedia un batallón»
El vicio del robo fácil no es nada nuevo en la provincia de León. «Localizan el objetivo por el día, y por la noche nos meten el palo, cada cual más grande, no se puede hacer uno una idea del valor de las pérdidas de los robos», añaden las víctimas de estos saqueos, que no dudan de que la mayoría de ellos vienen por encargo. «Un motor del montón de los que se llevan puede costar hasta 18.000 euros. A ver si hay no pérdidas», denuncian, mientras se resignan a asumir que sean presa fácil para las sustracciones por la falta de vigilancia policial. El modo de proceder de los ladrones da continuidad a hechos que hace años se suceden en las áreas rurales de León. «Es como cuando se aficionaron a robar trillos, aperos antiguos que luego se convertían en mesas; se llevaron los trillos, se llevan ahora los motores y se acabarán llevando la patena, si es que no lo remedia un batallón de guardias civiles dispuestos a batirse el cobre por defender la propiedad privada», describen los afectados. Los robos han creado una psicosis colectiva en los pueblos que se extienden al lo largo de la ribera del baja del Esla, una de las zonas más afectadas por la actuación de las bandas de ladrones. «Ahora hay medio hasta a salir de casa por la noche y temor más que justificado a encontrarse con gente armada que viene a esa zona con intención de robar mientras nosotros vamos a trabajar», argumentan. La entrada del otoño, la rebaja de población estacional en las áreas rurales, acrecenta los temores de los habitantes de las zonas afectadas: «Si con los pueblos llenos de gente, con tránsito por los parajes y las carreteras se han llevado lo que se han llevado, qué no pasará cuando los pueblos se queden otra vez sin gente».