Paisaje lunar, no luniego
La sequía y la sobreexplotación dejan el embalse de cabecera del sistema Órbigo Luna en un punto crítico -al 9% de capacidad- que pone en duda su viabilidad la próxima campaña
Hay miserias que ni el agua puede borrar. Los valles leoneses anegados hace medio siglo, cuatro décadas o veinte años, se muestran tal cual de forma cíclica; que a la CHD se le va la mano en el desembalse, que el invierno no cubre la suelta de agua a capricho, que las alternativas de estructuras hidráulicas están en una galaxia distinta que las promesas políticas y ya están el pasado al descubierto. El vaso del Luna, de la cabecera que no da para cubrir la demanda que le han asignado y de la que depende la economía de miles de familias leonesas, está en la primera semana del año hidrológico al 9% de su capacidad. Pero no es una excepción entre los embalses leoneses, entre los valles desalojados de gentes y pueblos, de vida, para dar paso al agua, que es riqueza y libertad, y negocio para unos más que para otros, según se mire. El lugareño desalojado de su casa y pertenencias, de su historia y de su memoria, tiene la oportunidad de volver sobre sus pasos y mostrar a sus descendientes -nietos ya, en la mayoría de los casos- dónde está la infancia que no han vivido, dónde el verano que no disfrutaron, dónde la casa y el pueblo que no recorrieron. Así se ofrece de cruel cada otoño que sucede a un invierno, una primavera y un verano de escasez; cruel no sólo para quien tiene un negocio a la intemperie que depende de que le llegue el agua por una tubería. Cruel, y más, para quien vivió en una tierra diluida. Se retiran las aguas y afloran las miserias. Allí Lagüelles; junto al puente, San Pedro, al otro lado Mirantes ..., el rosario de damnificados es amplio. Medio siglo después se advierten las diferencias: paisaje lunar y paisajes luniegos.