La caja de López

López, gran líder socialista que eligió Valladolid para vivir y Segovia para otear el llano castellano, se ha echado a la espalda la capacidad de decidir por los leoneses. Al menos de aquellos que tienen ahorros en la caja, cuya sede aún está en León y que se originó gracias a la absorción de los activos que eran en gran parte de Caja León. Hasta los afines están sorprendidos por la rapidez con la que López dio el visto bueno a la fusión, o fisión. ¿Lo hace como impositor de la caja que tiene su sede en León? ¿Cobra la nómina por ser secretario del PSOE de Castilla por la ventanilla de esa caja? ¿O decide por mandato de los ciudadanos, que cuando acudieron la última vez a las urnas en las autonómicas ordenaron a los políticos, sobre todo, que fisionaran -perdón, fusionaran- las cajas de ahorro de nueve provincias -equidistantes por cierto en más de 300 kilómetros- en torno al paso que le conviene al poder de Valladolid? López, ya denominado por algunos círculos de opinión y grupos de presión castellanos como el Valiente, no se muestra como tal para asumir sus responsabilidades, las que le corresponden como secretario de una federación de partidos socialistas de nueve provincias agrupadas en una autonomía. Valiente, sí, pero aún le esperan sus compañeros del PSOE del Bierzo que se muerden el meñique desde el día que no acudió a la cita. Y ahora está por dar de comulgar con piedras de molinos, haciendo creer que no es lo mismo fusionar que integrar. Menos mal que hay diccionario. «Por mí no se perderá un empleo en la región», dijo López. ¿En cuál? Eso esperan oir aún en Sabero, donde cayeron puestos de trabajo y ahí siguen, cerrando casas. Mala suerte para León que nunca tuvo líderes defensores tan aguerridos.