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El Supremo ratifica parte de la pena a un asesino gallego detenido en León

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León

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m.a.z. | león

El Tribunal Supremo ha decidido mantener la condena por los delitos de homicidio robo y lo ha absuelto del delito de conspiración en el tráfico de drogas a un delincuente gallego que finalmente cumplirá dieciséis años de prisión por la muerte de un individuo en una población de La Coruña. El sospechoso fue detenido en León el 13 de agosto de 1999.

Según la sentencia, en la tarde del día 2 de agosto de 1999 el acusado y dos amigos suyos se trasladaron desde la localidad de Cee (A Coruña) a la de Vitoria, con el propósito de buscar trabajo en la construcción, en la que ya había desempeñado algunos trabajos este último en dicha ciudad. Cuando se encontraban allí recibieron una llamada telefónica de otro sujeto a quien conocía al haber actuado los meses anteriores como mediadores en la venta de cocaína que aquel les suministraba en Cee, comunicándole que disponía de una cantidad de cocaína de cierta importancia y que si se la adquirieran podían venderla en Vitoria obteniendo un buen beneficio.

Tal oferta hizo concebir a dos de los acusados la idea de apoderarse de la droga sin satisfacer su importe, atrayendo a la víctima con la disculpa de comprársela, hacia un lugar descampado y aislado, próximo al cementerio nuevo de Cee, que utilizaban como lugar de cita con sus clientes para la venta de estupefacientes.

Después de que sus dos acompañantes le contaran el plan que tenían para apropiarse de la cocaína y también de su intención de matar a la víctima, a quien culpaban de haber arruinado sus vida por haberlos introducido en la venta de drogas, el principal inculpado se prestó a ayudarlos.

Tras una pequeña discusión en relación con la poca cocaína que la víctima les traía, fue atacado y después de desarmarlo del cuchillo de cocina que portaba, le dieron dos puñaladas en el pecho con el arma blanca, causándole la muerte en un periodo de tiempo breve.

Al haber sido vistos los tres autores de los hechos en un bar cercano, convinieron regresar al lugar donde había quedado el cuerpo de la víctima y eliminar cualquier huella o vestigio de los hechos quemándole en el interior de su propio automóvil. Tras arrastrar entre todos el cadáver, lo introdujeron en el asiento trasero del vehículo de su propiedad, al que, después de cerrarlo con las llaves, prendieron fuego utilizando cada uno de ellos un mechero, provocando la destrucción del coche.

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