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OPINIÓN | JESÚS MARÍA CANTALAPIEDRA. EX CONCEJAL DEL PP DEL AYUNTAMIENTO DE LEÓN

¡Ay PPena, PPenita, PPena!

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JESÚS MARÍA CANTALAPIEDRA. EX CONCEJAL DEL PP DEL AYUNTAMIENTO DE LEÓN
León

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MUCHO ANTES DE que existiera el actual PP en el Ayuntamiento de León, Quintero, León y Quiroga (letristas y músico respectivamente), consiguieron popularizar una bonita canción que llevaba por título «Ay pena, penita», cantada después por cuantas folclóricas en el mundo han sido, incluida la mamá de Paquirrín. De tal suerte y parafraseando el estribillo, he añadido una «P» a las palabras pena y penita, con lo que puedo entrar en el tema que hoy me ocupa con más claridad inicial para el lector. A pesar de, siguiendo mi costumbre, haberme prometido no escribir jamás de política, hoy debo hacerlo por encontrarme sobrepasado con los últimos acontecimientos inauditos de los llamados populares en el Excelentísimo.

He de anotar en primer lugar que a pesar de mi permanencia en la cosa municipal durante doce larguísimos años (me sobraron cuatro), nunca fui partidario, tal como demostré sin gran esfuerzo. Quiero decir que nunca había pertenecido a partido alguno, aunque intuía sus maldades. Sin embargo, transcurrido poco más de un año del curioso advenimiento independiente, a petición o por mandato de un querido amigo (el mismo que me enroló en la finalmente tormentosa singladura), firmé un papelillo y con tal gesto entré a formar parte de las filas o huestes populares. Bien es cierto que nunca supieron más del arriba firmante. Mi congénita condición independiente y liberal no permitía acercarme a la tramoya. Me dediqué solamente a trabajar por mi pueblo, Así fue. Nunca participé en reuniones subversivas, ni en contubernios mostrencos. Así fue. Acaso, en lontananza, escuchaba ciertas crepitaciones y, casi imperceptiblemente, observaba algún que otro aparato eléctrico de poca entidad. Mas, en al menos un lustro largo, sólo pulsé ilusión, trabajo, compañerismo, respeto, buenos modos y afectos mutuos, entre un equipo de gobierno que comenzó a preparar la ciudad para el siglo XXI y entrado éste. Así fue o esa era mi impresión cierta y fácil de constatar.

Por todo ello, me sobrecogen las últimas virulencias que están afectando muy seriamente la salud de la oposición popular. Ciertos ácidos nucleicos y proteínas malignas, ciertas gentes asilvestradas, han defenestrado a dos personas, Ana Guada y María José Alonso, dos mujeres con conocida y reconocida experiencia política, trabajo y sacrificio que, para mayor abundamiento, han llevado a cabo una oposición de línea dura (a veces me sorprendían) allá donde había que hacerla. A ciertos componentes de la nouveau opposition sólo oigo hablar del manido Master de Tenis. Por cierto, podían tener el buen gusto de citar también a la Kournikova. ¡Ah!, igualmente insisten en el bache de turno, cosa ésta de gran interés para el futuro de la ciudad. Así no se salva ninguna patria, aunque alguno se considere su salvador. Lo que me intriga (es mentira, no me intriga, estaba anunciado antes del golpe de mano) es el por qué o para qué de tanta obscenidad. Sí, obscenidad. ¿Será por vendetta, ricatto, ambizione personale, ritratto nel giornale, soldi o pasta diábolo? En ningún caso le encuentro justificación válida. Las dos personas despojadas de cargos y soldada, han demostrado suficientemente su valía y entrega a un partido que, visto lo visto, no le place la buena gente, sobre todo si es eficaz. Ya sólo falta que les monten una red de espionaje al uso. Bueno, de hecho, entre pasillos, ya comentan a quien quiere escucharles las circunstancias personales de cada una de las dos damnificadas. Porca miseria. Y, en estas, me viene a la cabeza el pensamiento de Víctor Hugo: «Plus le coeur est petit, plus il y tient de haine». O sea, «Cuanto más pequeño es el corazón , más odio alberga».

A mi, que me borren.