| Análisis | Una industria esencial en León |
Lo que la clausura se llevó
El matadero municipal de León ha derivado todas las embestidas que ha sufrido a minoristas y pequeños industriales cárnicos, un sector que alberga una importancia relevante en la economía
redacción
Aquel cierre de mayo no acaba de enviar facturas. El matadero de León tardará tiempo en recuperarse del golpe. Entradores, industriales cárnicos, particulares se buscaron las habichuelas en otros lugares. Muchos no han vuelto; ni volverán.
La muesca no se ha borrado del historial reciente del matadero de León, un servicio municipal que ha sido saco sin fondo para la polémica. El primero que se atrevió a meterle el cuchillo al matadero municipal de León fue el gobierno neófito del socialista zamorano Demetrio Madrid, al frente de la también neófita institución autonómica denominada Junta de Castilla y León, que elevó a Juan Morano a los altares políticos tras una huelga de hambre en resistencia contra el cierre. Así cayó la instalación del matadero municipal situado en los aledaños de la calle José Aguado; así comienza una historia reciente llena de embestidas. La última sucedió la pasada primavera, protagonizada por la ahora nada neófita Junta de Castilla y León, que ordenó el cierre del centro e al apreciar deficiencias en el área a la que corresponde velar por el bienestar animal.
La agitación para el sector cárnico leonés que aglutina a minoristas y autónomos de negocios cárnicos, entradores o propietarios de ganado fue tremenda; las consecuencias económicas, también. La peregrinación de profesionales del sector en busca de lineales para matar las reses fue de antológica; algunos encontraron asiento en Astorga; otros en La Pola de Gordón. Otros no encontraron más cobijo que el del vallisoletano de Medina de Rioseco. Así, dos meses y medio. Facturas que se giraron a nombre del sector cárnico leonés -”sin grandes empresas afiliadas, sin emporios, con gentes que lograron levantar un negocio a base de esfuerzo y sacrificio y sacrificio y esfuerzo-” que han dejado maltrecho a un colectivo que ya estaba pagando de sobra la voracidad de la competencia de las importaciones masivas.
El negocio cárnico afectado por los vaivenes del matadero municipal que ha usado desde hace décadas para tratar de sobrevivir no necesita avalistas para demostrar lo que representa para la economía leonesa. Hay cientos de puestos de trabajo detrás de lo que se presenta bajo un recuento porcentual del pastel de ventas. El problema, y grave, es que se si lo llevan por delante no hay alternativa. Es León, no la cuenca del Rhin o Barcelona. Ni Boecillo.