Diario de León

opinión | padres y madres de la escuela infantil hermana carmen gómez

¿Por qué en otros sitios de la comunidad sí?

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NUESTRO PRIMER recuerdo y todo el cariño para los compañeros, Iñaki y Cristina, que en el momento más duro de sus vidas, tuvieron la preocupación de ponerse en contacto y advertir de lo sucedió al centro, estando viviendo la pérdida de su hijo Iker, esas cosas que por ley de vida, no deberían suceder nunca. Que sepáis que podéis contar con nosotros para todo lo que necesitéis, aunque a veces sólo sea necesario un abrazo. Somos padres y madres que llevamos nuestros hijos a la Escuela de Educación Infantil «Hermana Carmen Gómez», y queremos expresar nuestra queja ante la actuación según el protocolo asignado desde Sanidad (Junta de Castilla y León), después de producirse un caso de meningococo, tras el cuál ha fallecido un niño que acude al mismo centro. Hemos comprobado que en otras localidades de nuestra Comunidad, tras la aparición de casos de meningitis, la actuación por parte de su Consejería ha sido muy diferente. Tal es el caso acaecido en estas Navidades pasadas (hace dos meses) en Ciudad Rodrigo (Salamanca), donde 80 niños fueron tratados simultáneamente con una primera dosis de antibiótico, previa concentración e información a los padres en dependencias de la Junta, o en otras comunidades como Navarra, donde en el mes de enero también se detectó otro caso (175 niños tratados), ambos afortunadamente, con consecuencias menos graves que el ocurrido en San Andrés. Sin embargo en nuestro caso, tras el fallecimiento de Iker, en la madrugada del día 9, y tras confirmarse la meningitis, desde el centro se ponen en contacto con nosotros a final de la mañana, para explicar que en aplicación del Protocolo, ustedes habían considerado «contacto», es decir sólo de riesgo, además de su entorno próximo exclusivamente a los niños que acudían a su aula y profesores de la misma, dejando en la consideración de los padres del centro la decisión de acudir o no a nuestro pediatra. Los que hemos decidido hacerlo, por precaución y responsabilidad con nuestros hijos y los hijos de los demás, decidimos acudir al pediatra para tener conocimiento de la enfermedad. Nuestra primera sorpresa fue, en primer lugar, que los centros de salud de referencia para la Escuela no tenían comunicación alguna, lo que sabían era por las personas que acudíamos allí. Evidentemente, ante tal imprevisión, los servicios se colapsaron, decidiendo que la mejor forma de solventar el colapso era recetar el antibiótico, pero el problema se trasladó a las farmacias, donde no encontrábamos en cantidad suficiente el medicamento para la profilaxis y nos aconsejaron compartirlo, que por supuesto es lo que hicimos (esto les ha sucedido a niños «contacto», que acudían al aula y estaban dentro de lo que ustedes mismos entendían como factor de riesgo: del mismo modo tuvieron que acudir a su pediatra y después sorprenderse al no encontrar la medicación). A día de hoy nadie más se ha puesto en contacto con nosotros, toda la información que hemos obtenido sobre la enfermedad ha sido por nuestra cuenta; sin embargo los mecanismos publicitarios de su Consejería sí han sido engrasados: durante tres días, tenemos que leer en prensa declaraciones que dan a entender, que la falta del medicamento fue por nuestra culpa —padres histéricos— ya que todos acudimos a nuestro pediatra exigiendo el tratamiento profiláctico y así nos la recetaron. Señor: el caos se produce, tal como explicámos antes, al no informarnos a todos de forma conjunta, explicarns en qué consiste y por prevención suministrar el antibiótico, dejando que cada uno acudiera a su centro de salud, el cuál no tenía circular al respecto, etcétera, etcétera. Es cuándo pasan las cosas que pasan. Lo único que queremos saber es porqué en unos lugares de la misma Comunidad como el caso de Ciudad Rodrigo (Salamanca), se aplicó un protocolo diferente en el cuál sí fueron reunidos todos los padres para recibir información y aplicar la primera dosis de quimioprofilaxis, mientras que aquí cada uno, incluso los del aula de riesgo tuvieron que buscar la información y tratamiento por su cuenta.

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