La pieza recupera su policromía y la riqueza de estofados tras una restauración de 35.000 euros
El Santuario de La Virgen volverá a mostrar su antiguo sagrario de 1731
Al limpiar el retablo aparecen dos ángeles que se tiran del pelo y gorriones de adorno en lugar de palomas
valverde
Ángeles cabeza abajo, de lado o tirándose de los pelos. Esas figuras, que adornan el retablo del Santuario de La Virgen del Camino desde hace casi tres siglos y que pasaban desapercibidas al ojo humano por el efecto del polvo, los repintes y el humo, acaban de recuperar el color de su encarnadura.
El trabajo con geles y bisturí que realiza la empresa Restaur Art desde el pasado mes de enero está dando sus frutos y ha descubierto que bajo el homogéneo color marrón del retablo se escondía una «policromía muy rica y con estofados», señalan.
El juego que realizan los ángeles y que confiere un aire festivo no es la única sorpresa que han descubierto los encargados de restaurar el retablo. También les ha llamado la atención la utilización de gorriones y hojas de acanto en los capiteles en lugar de palomas.
A ellos se suma la luz que ha recuperado el camarín de la Virgen al limpiarse su interior, que pasa del marrón oscuro al color plata, adornado con flores rosas y azul claro que se habían imprimido en el cuero que cubre las paredes.
Además, los padres Dominicos han decidido reinstalar el antiguo sagrario, que muestra la resurreción, y que había sido sustituido por otro metálico de Subirachs. Los restauradores han tenido que colocar réplicas en las partes más dañadas y eliminar los tres repintes del conjunto, que estaba especialmente deteriorado, sobre todo, en su cara interna, «que aparecía quemada y recompuesta con chapas», indican.
La figura de San Froilán
El retablo barroco del Santuario de La Virgen del Camino fue esculpido por los leoneses Pedro y Antonio de Valladolid en 1730, posee doce metros de altura y ocho de ancho. Tras estar cubierto con andamios, se mostrará al público, ya renovado, el Viernes de Dolores, día 3 de abril.
Una de las imágenes que más labor requiere es San Froilán, considerada «una joya» por los restauradores por su buena hechura. Los cuidados de la pieza están dejando al descubierto el rico colorido primitivo, sobre todo, en los ropajes. Como curiosidad, en el libro que sostiene el santo se puede leer que la talla y el retablo se pagaron con el dinero recaudado en la peregrinación que acompañó el descenso de la Virgen a León en el primer tercio del siglo XVIII.
La escultura estaba muy deteriorada por la gran devoción que despierta y que hace que todos los años se coloque una cuelga en su cumpleaños.