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Los frutales de hueso están quemados y algunas nascencias de remolacha ya se han perdido

Las heladas y la falta de humedad dan un horizonte de ruina a las cosechas

Los cereales de secano suman un crecimiento raquítico y se aventuran cuantiosas pérdidas

La nascencia de la remolacha (el brote que señala el dedo en la fotografía) peligra por las heladas

Publicado por
A. Caballero
León

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Al agricultor, como el trabajo le suele llegar de herencia, cuando se amontonan los sucesos siempre le da por pensar lo que decía su padre: Bueno, hombre, el año próximo igual viene mejor , y se afana en echar el agua para los frutales, a pesar de que vea pender los frutos negros como una condena. Un castigo que cuelga de los árboles y se quema a ras de suelo. Metido abril encima, con el agua en los pantanos pero sin humedad en las tierras, la frase es una cantinela ya en los campos leoneses: 250.000 hectáreas, entre regadío y secano, para las que la crisis se anuncia en forma de silos vacíos a vuelta de cosecha.

La amenaza se ha cernido ya sobre los frutales de hueso y los perales: «helados casi al 100%», como observa el secretario general de Ugal, Matías Llorente, tras relatar que el termómetro ha marcado durante las últimas semanas al amanecer «3 y 4 grados bajo cero». Mercurio insuficiente para que resista la nascencia de la remolacha, que acumula algunos brotes quemados, «no muy significativos, ni alarmantes», aunque sí avances de «una merma considerable en la producción». Lo peor está por llegar. «Si en los próximos 8 ó 10 días no llueve», los agricultores tendrán que meter el agua del canal «para dar tempero: la humedad que necesita el suelo para que las semillas germinen». De las 7.500 hectáreas totales de este cultivo en la provincia, «el 40%» está en esta fase. El retraso es menos tamaño y riqueza del fruto. La helada, vuelta a empezar con la preparación de la tierra... y menos rendimientos todavía.

El escenario es equiparable para el maíz y el girasol, que si no mejoran las condiciones no tomarán tierra antes de mayo. «Heladas y viento lo machacan todo», resume Llorente, quien mira las parcelas y ve «perdido el primer corte de alfalfa, porque entallece y no da nada». La «esperanza» es que «los pantanos acumulan suficientes reservas para garantizar los riegos en León», pero «lo perdido no se recupera».

El consuelo del agua no lo tiene el secano. Cerca de «90.000 hectáreas» de terreno, de las cuales «el 40% está sin sembrar» debido a la situación meteorológica y que esperan, en su mayoría, para albergar «girasol», aunque «su precio nunca ha estado tan bajo», por lo que puede que se queden en barbecho.

Poco más se aventura para las que sí recibieron semilla «en el adviento: octubre o noviembre, que están raquíticas por la sequía». En estas fechas «las cebadas deberían tener entre 10 y 15 centímetros; algunas no llegan ni a 3», mide el agricultor leonés, que reconoce que en la merma también ha influido «la ausencia de fertilizantes por su alto coste». «El que más se ha utilizado es el triple cero: cero nitrógeno, cero fósforo y cero potasio», ironiza, en medio de un sembrado tan escaso «como pocas veces ha visto en la historia de la provincia», donde «los agricultores y las cooperativas han empezado a no vender los cereales, porque con lo bajo que se pagan ahora y las previsiones de mala cosecha, aguardan a que suban los precios».

La Agencia Estatal de Meteorología vaticina lluvias para el fin de semana: entre un 50 y un 60% de probabilidades. Puede que llueva o puede que no, aunque «si la borrasca pasa», si no cae agua «en los próximos 10 días, las pérdidas serán cuantiosas». Sólo quedará ampararse en el mantra de los que sembraron antes: Bueno, hombre, el año próximo igual viene mejor.

Si se llega.

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