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La CHD abre un nuevo frente en León con el Páramo Bajo

Fallos en el bombeo del Esla reducen la entrada de agua al cono sur leonés

Vista de la estación elevadora de agua del Esla al canal del Páramo Bajo, en Villalobar.

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León

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El verano plácido que deseaba la CHD en León es ya una quimera. Lo sabe el organismo que gestiona el recurso hídrico que vierte la provincia leonesa a la cuenca del Duero y lo saben los regantes leoneses; los últimos en percatarse del infierno estival que les queda por delante se localizan en la zona sur de la provincia, adscritos a la comunidad del Páramo Bajo, que da cabida a más de 25.000 hectáreas de riego, la mayor parte en precario. Páramo ajeno al suministro del Luna -”primer brote conflictivo de la campaña-”, dependiente de Riaño y a las puertas de un desastre económico si no se le pone solución a la entrada restringida de agua. Las bombas que elevan del cauce del Esla a los canales que alimentan el cono sur de la provincia no dan abasto; o no funcionan de forma adecuada, o no funcionan todas (seis unidades en total). O pueden estar deterioradas por la acumulación de algas de tallo conocidas como colas de zorro. Hasta ahí las versiones que existen sobre la causa del problema que tiene a los cultivos del Páramo Bajo a medio riego y camino de acabar asurados antes de levantar la cabeza en el surco. El asunto ya no le hace gracia a los dirigentes de la Confederación Hidrográfica del Duero, que ofrecen una versión contraria a la que manifiestan los regantes: «La reducción de caudales provocada por la proliferación del alga se está paliando con el suministro de agua desde cuatro balsas para atender la máxima demanda», anuncian desde el puesto de mando hidrográfico de Valladolid con la intención de tapar cualquier conato de polémica que luego les salpique de responsabilidades por las más que probables pérdidas económicas.

Este es el extremo que temen los profesionales del campo leonés sometidos a la inquietud permanente por la falta de agua en una provincia plagada de embalses. El mecanismo es sencillo: una estación de bombeo a la altura de Villalobar libera agua desde el río al canal; luego el sistema de inundación hace el resto. «Pero no trabajan todas las bombas, así es que no llega todo lo que tenía que llegar y a los que no les toca ya están viendo como se secan los cultivos», argumentan los parameses que sufren desde el inicio una campaña irregular y accidentada.

Los productores están dispuestos a tomar medidas y denunciar la situación; no descartan una reunión asamblearia para adoptar una postura común ante un perjuicio que ya toma tono preocupante según se puede apreciar en las amplias llanuras donde debería crecer ahora remolacha o maíz. «El caudal puede reducirse en un 10% por la presencia de las algas» alude la CHD en una nota de prensa en la que aproxima su actuación a la pulcritud y en la que recuerda la vieja advertencia a la comunidad de regantes sobre la necesidad de colocar carros limpiarrejas a la entrada del sifón con el fin de impedir las colonias de colas de zorro. «Eso lo descartaron los regantes porque este tipo de estructuras costaba entre 95.000 y 105.000 euros», señala.

En el entorno de la CHD tampoco se oculta bajo llave el malestar de otras comunidades de regantes por las prebendas concedidas al Páramo Bajo (en relación a costes y estructuras de riego) que se heredan de la época en la que el descarte del embalse de Omaña se compensó con la elevación del Esla. «Agua para hoy y hambre para maña» pronosticaron los pesimistas.

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