Veinte años tras la madre del oso

El oso pardo, que es termómetro de la protección ambiental, arroja datos extraordinarios sobre la supervivencia de la especie. Las osas con prole localizadas en el último censo elaborado entre la Fundación Oso Pardo y los servicios de Medio Ambiente de Castilla y León, Asturias, Cantabria y Galicia y el Fondo para la Protección de Animales Salvajes superan el segundo mejor registro de los últimos veinte años; desde 1989, desde que se iniciaron los programas de seguimiento a la reproducción de este animal en peligro de extinción. La población occidental sumó 17 hembras con crías, con 34 oseznos. La capacidad para sostener a los neonatos también resulta aclaratoria sobre la mejora de las condiciones de vida y los medios de alimentación que rodean el hábitat osero. Dos oseznos de media en cada camada sitúan los valles de Laciana y el Sil, de los Ancares, y sus zonas limítrofes de Asturias y Lugo como lugares adecuados para poner a salvo al plantígrado.

Menos boyantes aparecen los índices reproductivos de la población osera oriental, de los ejemplares que se mueven por las montañas altas de la comarca de Riaño, o en el este de Palencia, o los que dominan el territorio cercano al macizo de Mampodre. En todo ese área se han avistado dos osas madres con tres oseznos; un logro, no obstante, conforme a los años de referencia de la década pasada en los que no se localizó ni una sola familia osera con retoños.

La Junta celebra el momento poblacional. No ocultó esta satisfacción el director general del Medio Natural, José Ángel Arranz, que dio a conocer ayer la actualización del censo, por tratarse de «un buen momento reproductivo de la población occidental y que confirman la tendencia demográfica positiva desde mediados de los años 90 hasta la actualidad». Resultados positivos, veinte años después de que las administraciones y oenegés se pusieron de acuerdo para vigilar la evolución de una especie de otro tiempo en el tiempo actual.