Diario de León

Análisis | M. j. muñiz

Tiempo, dinero y confianza

Los retrasos, el cambio de normativa y la incertidumbre acumulan costes en un sector de abultadas inversiones

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León

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No es la primera vez, ni parece que vaya a ser la última. Pero la aventura del pre-registro de instalaciones del Ministerio de Industria ha venido a poner una vez más en cuestión las inversiones de un sector que teóricamente está en la línea de impulso de las energías limpias que una y otra vez apoya el Gobierno en teoría, y en la práctica se enfrenta a un futuro marcado por interrogantes.

Es cierto que los promotores eólicos se han beneficiado de las sustanciosas primas que se han venido pagando por la energía limpia, y que el desarrollo del sector (y su coste) a manos de las comunidades autónomas se le va de las manos al Gobierno. Pero parece difícil que con medidas yoyó y radicales cambios normativos en pocos meses se vaya a poner orden en un sector fundamental, cuya regulación fluctúa continuamente en un mar de presiones sectoriales.

El Gobierno tendrá que explicar por qué el PSOE ha apoyado en el Senado (coherentemente tendrá que hacerlo también en el Congreso) la derogación del registro de Miguel Sebastián. Mientras tanto, las empresas han perdido seis meses. Pérdidas que se miden en tiempo, en dinero y en confianza. Las tres patas fundamentales del negocio eólico.

Los trámites adicionales a los que se han visto obligados los promotores han supuesto un coste a mayores en dinero y gestiones; la paralización de sus proyectos, con la financiación y las autorizaciones ya concedidas, se traducirá también en pérdidas económicas por el retraso. ¿Y la confianza? La inseguridad jurídica pone en solfa el futuro de un sector de multimillonarias inversiones cuya marcha depende en gran medida del apoyo de las entidades financieras. Y el dinero, ya se sabe, es miedoso. Más en estos tiempos.

Poco se sabe del futuro, a parte de la teoría general de apoyar los objetivos internacionales en materia de generación con energías renovables. Lo que se sabe bien en León es que la paralización del sector y la incertidumbre han hecho caer en picado la construcción de nuevos parques. Y con ellas la producción de componentes eólicos, en los que varias industrias leonesas se han especializado en gran medida. Retomar la actividad supondrá impulsar de nuevo los pedidos. Pero ¿y los puestos de trabajo perdidos, aunque sea temporalmente? ¿Y las empresas al borde de la ruina?

En resumen, ¿quién paga aquí los platos rotos?

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