Diario de León
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Desde el Rubicón F. ramos

La jefa había dado la orden: «Hay que atacar al alcalde con el viaje a Nueva York, que es una vergüenza». En la mesa se sentaron cuatro jinetes: Eduardo Fernández, Luis Aznar, Julio Cayón y Cecilio Vallejo. En el despacho de al lado, mientras tanto, la jefa recibía alcaldes y militantes. En esa reunión se cerró la estrategia: habría una rueda de prensa con tres de los cuatro jinetes -”Fernández, Cayón y Vallejo-”, todos de acuerdo, convocatoria pública y adelante con los faroles. Pero, hete aquí que, de pronto como un san Pablo cualquiera, uno de los jinetes se cayó del caballo, le llegó de iluminación de su divinidad y soñó que no debía sentarse en esa rueda de prensa y no se sentó. ¿Se lo comunicó a la jefa? No, pese que a los otros dos jinetes les había dicho que se lo iba a decir. Y es que Cecilio Vallejo decidió que él no debía estar ahí sentado, que esa no es la forma de hacer oposición y, por tanto, optó por desobedecer.

En el PP, incluida la jefa, ya saben que a Vallejo no le apetece criticar el viaje a Nueva York. «¿Será porque cree que ha sido un buen viaje o porque no le gusta molestar una relación interesada?», se preguntan. Sea como fuere, al hombre de Inmocaja le buscaron el jueves casi tanto como a Wally hace casi quince años y no lo encontraron. Claro, se había ido de vinos al Castillo de los Templarios, quizás para ahogar sus penas con los caldos de la ribera castellana de este río vertebrador, como les gusta llamar al Duero a los políticos de Castilla, aunque sean de León.

El crédito de Vallejo se ha acabado y la misma que lo puso en el punto de salida, que lo recuperó para la política, después de alguna súplica, y que lo colocó bajo los focos como candidato in pectore, está a punto de enseñarle ya la puerta de salida. Vallejo tiene un sueño de ciudad, pero o mucho cambian las cosas o tendrá que seguir soñando. Ya lo dice el dicho: «Fue bonito mientras duró».

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