Diario de León

Triunfo ante un repertorio de inválidos

El oficio de los toreros y las ganas de fiesta del público pusieron siete orejas en manos de los diestros en un encierro de Zalduendo que apenas se sostuvo en pie. Fandi renueva su idilio con León y sale con Perera por la puerta grande. Castella dejó pinceladas de su toreo

Corrida de toros con Fandi, Castella y Perera.

Corrida de toros con Fandi, Castella y Perera.F. Otero Perandones

León

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Hubiera sido mejor con toros, pero no fue el caso. Zalduendo envió, y los toreros aceptaron, un encierro de pobre presencia. Noble, sí, en algunos hasta la sosería insufrible. Y flojo hasta la desesperación. Pero el respetable quería fiesta y triunfo, los diestros tiraron de oficio y recursos, y la primera de feria se saldó con siete orejas cortadas y dos salidas a hombros.

Mas una cosa es la estadística y otra la emoción del toreo. No la hubo en El Parque. Como no existió el tercio de varas. Seis picotazos que no daban ni para el análisis y mucha terapia de muleta alta y distancia para que los astados se sostuvieran en pie. Unos cuantos sacaron la bravura en el último suspiro. Toda la faena renqueando y se resistieron a doblar. Eso sólo enfrió una parte de la pañolada.

Hubiera sido lo suyo una ovación de recibo al Fandi cuando cumplía veinte años de comparecencia ante el público leonés, pero las memorias andan frágiles. No así las afinidades. La afición local jaleó la variedad capotera del granadino, su soltura con las banderillas (la falta de empuje de los astados impidió mayor lucimiento, pese a moviolas y violines), y su desparpajo con la muleta. Recibió al primero con largas cambiadas y pases a pies juntos, galleó al llevarlo al caballo, y se hincó de rodillas al inicio de faena para dejar claras sus intenciones.

Fue un trasteo deslucido, perdiéndole pasos por los dos pitones e intentando animar una faena imposible que jalonó con alardes y media atravesada suficiente. Cortó una oreja. Al que hizo cuarto lo esperó en la muleta de rodillas en el centro del ruedo con la vista puesta en la puerta grande. Intentó aliviar por arriba la cansina embestida, dando distancia con más entrega que acople ante un marmolillo. Un fulminante estoconazo arriba despertó al respetable e hizo olvidar las carencias anteriores. Se pidieron con fuerza las dos orejas.

Perera templó ya con el capote a su chico primero, y sacó al tercio con pintureros ayudados a un oponente al que dio tiempo, parsimonioso, antes de ir bajando con suavidad su mandona muleta. Perdió pasos, dio distancia y sacó largos pases y tandas ligadas ante un toro noble y obediente. Exprimió con su toreo reposado la embestida e hizo que el toro pareciera más. Incluso arañó lentos circulares cuando ya parecía imposible. Una efectiva estocada casi entera puso en su mano las dos orejas.

El que hizo sexto claudicó en el picotazo que justificaba un tercio de varas que no existió en todo el festejo y se durmió en el peto para salir perdiendo las manos. Nada que no se hubiera visto antes en la tarde. Y también se dio por bueno. Perera le esperó a pies juntos en el centro del ruedo para iniciar la faena inmóvil, pasándoselo por la espalda. Aplicó de nuevo temple y despaciosidad para no quebrar la endeble embestida del astado, y dejó largo tiempo entre tanda y tanda para que el de Zalduendo tomara resuello. Por la izquierda dejó naturales a cámara lenta, de uno en uno. Incluso prendió en su muleta al toro en algún pase de trazo largo, aunque estaba paradísimo. Mató de nuevo volcándose y enterrando arriba el estoque, pero necesitó dos descabellos y eso enfrió al público. Que aún así, le hizo pasear una oreja.

Castella se llevó la peor parte en lo numérico, pero dejó algunos de los mejores pasajes de la tarde. Se estrelló con un primero berreón y que buscó refugio en tablas desde el primer momento. Lo sacó al tercio y llevó la muleta a media altura sin dejarse tropezar el engaño. Lo llevó prendido por el derecho y resolvió con soltura cuando se le quedó a mitad de viaje. Con un adversario rajado y en huida pinchó arriba antes de enterrar el estoque al hilo de las tablas. Sacó entonces el astado su fondo de bravura y se resistió a doblar, lo que dejó el premio en una ovación que el francés agradeció desde el callejón. Y emplazó para su segundo oponente.

Salió en el quinto dispuesto a cobrar su triunfo, quitó con vistosidad y comenzó la faena de rodillas. El toro metía bien la cara, y el francés optó por citarlo de cerca. Protestaba el astado pero seguía con fijeza el engaño. Porfió en cercanías buscando el favor del público, quizá el animal le hubiera ayudado más con un poco de espacio. Se dejó llegar unos pitones que no hicieron ni un feo, tampoco se descompuso nunca Castella. El esfuerzo tuvo su eco en los tendidos, antes de enterrar el estoque, algo trasero y tendido, con el que de nuevo tuvo que acudir al descabello para rematar. El público pidió una oreja que consideró suficiente, no hubo más petición, Rácano premio para una meritoria faena, vista la tónica que había tomado la tarde.

Que acabó con Fandi y Perera paseados a hombros.

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