León, de luz y de color; en la noche más de corta del año, el cielo no oscurece, con los rayos de la víspera de San Juan que los celtas honraban como solsticio, con la persiana arriba del verano, la ciudad a la espera del rocío de las madrugadas y el albor de la noche que fue día. Miles de leoneses se echaron a la ribera del Bernesga a ponerse en hora con las emociones del cielo iluminado, con la luz de los fuegos, el estallido, la luz de la lumbre que quema lo malo y deja un rescoldo para que brote mañana.