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Reportaje | Enrique Alonso Pérez

Mitos en la literatura compostelana

El trasiego hasta los confines de occidente, de gran repercusión cultural, llegó a eclipsar los grandes movimientos andariegos que los cristianos venían realizando a Roma y Tierra Santa

Dos peregrinos atraviesan el puente de Hospital de Órbigo, en una foto de archivo.

Publicado por
León

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La trascendencia histórica, y sobre todo, la repercusión cultural de once siglos de trasiego jacobeo con intensa penetración europea hacia los límites occidentales del Finisterre gallego, bien merecen un análisis en profundidad en este singular fenómeno que llegó a eclipsar los grandes movimientos andariegos que los cristianos venían realizando a Roma y a Tierra Santa.

Muchas fueron las causas, y muchos los causantes, de que este hecho excepcional llegase a tomar las proporciones desbordantes que caracterizaron el peregrinaje a Compostela. Sólo una figura, con carisma suficiente para impactar una sociedad ávida de recibir grandes señales encajadas en un contexto sobrenatural, podía llegar a extender su reclamo por todo el mundo cristiano. Y esta figura estaba reservada a Santiago el Mayor, apóstol de Cristo, a quien el Maestro gustaba llamar «Hijo del Trueno» por la vehemencia que puso en defensa de su Señor y los drásticos recursos que sugería para que fuesen realidad.

El caso es que nuestro apóstol, sin que nadie haya podido afirmar su estancia en España, fuera de la tradición cristiana nacida en el siglo IV, y apoyada en la supuesta aparición de su sepulcro a unos veinte kilómetros de la antigua ciudad romana de Iria Flavia, toma posesión del solar español con los mismos honores que se le hubiesen dado al mismísimo Mesías. Estas bases, tan endebles en esencia, pero tan firmes para quienes tenían hipotecada su voluntad a manos de una Iglesia poderosa, que se había reservado el derecho a pensar y bloquear el pensamiento ajeno, desencadenó toda una serie de leyendas, mitos, supercherías y medias verdades que fueron una constante en los años álgidos del caminar compostelano.

El debate. Pocos escritores de nuestra fluida literatura y ningún historiador que se precie de tal, han podido sustraerse a tomar parte del debate jacobeo. Miles de artículos de opinión, crónicas del Camino, guías orientadoras, controversias, enfrentamientos, apasionados santiaguistas, agnósticos radicales... todo un conjunto heterogéneo que han hecho bueno una vez más el tópico de «correr ríos de tinta». Si bien es verdad, que la crítica objetiva, el análisis científico y la desmitificación de ciertos elementos espurios, aparece a raíz de una mayor racionalización de los conceptos dogmáticos que definen la esencia católica, separándolos de aquellos otros conceptos que presentaba una Iglesia «martillo de herejes» con instituciones tan represivas como la Inquisición. Para mejor comprender la opinión de algunos de estos escritores-historiadores, comienzo con la trascripción de lo que han sostenido públicamente acerca de la posible venida del Apóstol Santiago a España.

El profesor Millán Bravo Lozano, de la Universidad de Valladolid, en su presentación del Codex Calixtinus publicado por el Centro de Estudios Camino de Santiago en 1991, afirma lo siguiente: -œSi hay alguna cuestión espinosa en la Historia de España, es la antiquísima tradición que relaciona al apóstol Santiago con España. El no disponer de base documental para fijar los hechos, no representa una situación especial: son numerosos los procesos y ciclos en que esto sucede. Pero por otro lado, la tradición que los afirma y avala es tan poderosa y surge con tal pujanza en la Edad Media, que sería imprudente negarle un imprescindible fundamento histórico».

El mismo autor, en su obra Camino de Santiago Inolvidable , publicada en 1994 por Ediciones Everest, dice: «De la actividad apostólica de Santiago, conocemos unos datos fundamentales: sabemos que predicó el Evangelio en Palestina y que fue el primero de los apóstoles en sufrir el martirio, bajo Herodes Agripa I, nieto del tristemente célebre Herodes el Grande, que le hizo decapitar, con toda probabilidad el año 44 de nuestra era».

De judea a la ría de Arosa. Luis Aguirre Prado, en su Ruta Jacobea , escrita con ocasión del Año Santo Compostelano de 1965, asegura: «Santiago marchó a Judea y allí conquistó la gloria prometida por el Maestro de ser el primero entre los apóstoles que derramaría su sangre en defensa de su fe. El Breviario Romano da detalles de su muerte. En anales y relatos se describe el martirio del Apóstol y cómo sus restos fueron arrojados extramuros de la ciudad para pasto de canes y aves de rapiña. Aprovecharon la noche sus discípulos para recoger el cadáver y llevarlo al puerto de Jaffa. Y de nuevo es la nave la que transporta al extinto a la ría de Arosa, que ya le viera en otro tiempo dispuesto a la evangelización».

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