Diario de León

Reportaje | pilar infiesta

«Soy un jovencín de 108 años»

Ricardo Álvarez, abuelo de la provincia, cumple un nuevo año hoy con humor

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La paja trenzada del teito ancarés vio nacer hace 108 años a Ricardo Álvarez López. Un vitalista de memoria prodigiosa que rompe todas las estadísticas de longevidad de la provincia. Sus ojos azules aún guardan la alegría de vivir, porque los años «no me pesan», reconoce.

Se define como un gran charlatán que acumula «batallitas» para adornar varios libros, y recuerda con afecto sus andanzas en las romerías; su viaje a Pereda, donde ganó un concurso de carreras; su paso por Gete, donde conoció a su mujer Rosaura; y los paseos por los montes de su Sorbeira natal, donde se dedicó de niño a cuidar vacas y cabras.

Su gran espíritu aventurero, unido al de su padre, que adquirió un terreno en Uruguay para el ganado, le llevó a los 14 años a embarcar desde La Coruña rumbo a Latinoamérica. Allí recorrió Montevideo y Buenos Aires, fue a la escuela «gracias a una familia pudiente», pero no pudo regresar a España como uno de los indianos afortunados que amasaron dólares para construir una gran mansión y arreglar su pueblo, «porque el negocio no prosperó», explica.

Así que optó por convertirse en «techador», y su valía le llevó a remendar tejados por todo El Bierzo y el resto de la provincia. Padre de cuatro hijos, no conoce lo que es abusar de las medicinas, no necesita aún gafas, sonotone o cacha.

Testigo de un siglo. Una pequeña infección le ha obligado a ingresar estos días en un hospital leonés. Un lugar que ha visitado muy poco, pero que no le disgusta. «Qué más se puede pedir, estoy bien, me atienden y tengo compañía para charlar, así que...», dice mirando a su compañero de habitación. También contagia su risa cuando enciende el televisor. «Si la gente de antes viera que hablan desde Madrid y se les entiende... no se lo creerían», bromea.

Ricardo Álvarez, que ahora reside en Vegacervera, es un testigo directo de la irrupción de los automóviles, de la aparición de las fotografía, de la llegada de las bombillas y la calefacción a los hogares, de los ordenadores e incluso del móvil, un aparato al que se resiste.

Contra las estadísticas. Al echar la vista atrás, considera que su vida ha merecido la pena. Hoy cumple un siglo y ocho años como quien cruza la frontera de los 50, ya que ni siquiera cree que la fecha sea especial. «Soy un jovencín de 108 años», remarca ufano. Desde luego, este ancarés es el mejor ejemplo de que «la estadística es la primera de las ciencias inexactas», ya que ha derribado todas las fronteras de edad.

Es el abuelo de la provincia por méritos propios, junto a Carmen Gómez González, que sopló el pasado enero 105 velas junto a sus tres hijos, sus ocho nietos y nueve bisnietos. La antes inalcanzable meta de los 100 años ya no es el tope al que pueda llegar un individuo, lo que ha ampliado el vocabulario para definir como cuarta edad a las personas que superan los ochenta años.

Además, y según un estudio del Instituto Max Planck, si la esperanza de vida sigue evolucionando al ritmo marcado durante el siglo XX, más del 50% de los bebés nacidos desde el año 2000 podrán llegar a celebrar su centenario sin complicaciones.

Como decía el político Abraham Lincoln, «al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años».

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