Un collar de cencerros para alejar los malos espíritus
El Zamarrón era una figura de connotaciones antiquísimas. Vestido de pastor, llevaba ropa confeccionada con piel de animales. Portaba una máscara o la cara tiznada de negro, gorro de piel, la zamarra, el pantalón bombacho, las polainas o el escarpín alto y las madreñas con escarpines en los pies. Al cuello portaba la zurroma y el turullo o cuerno y en la cintura el collar de cencerros para ahuyentar a los malos espíritus.
Los zamarrones recorren las calles golpeando a la gente con las vejigas infladas del gocho o también conocidas en la comarca como zambombas. También suelen lanzar ceniza al paso de la gente.
Las peticiones que se hacían después de la choza u hoguera, de casa en casa, eran cantadas con coplas especiales para la ocasión.
Tras el desfile de los zamarrones hubo una merienda a base de chocolate, frisuelos y bollo montañés para combatir el intenso frío de la tarde-noche.