Manuela sin Rejas
La cazuela de Manuela manuela bodas
No hay rejas ya,/ ni siquiera las de tu apellido,/ que te resten libertad./ Ya eres viento, ala, agua./ Tu magia vuela ya,/ sobre la letra de tus cuentos./ De tu chistera de vida,/ sacaremos las palomas de tus versos,/ para seguir, contigo,/ viajando por el universo./ Manuela se ha ido,/ a enseñarle a las nubes,/ secretos y trucos, risas y verbos./ Hay que estar atentos,/ cualquier día de éstos,/ lloverán caramelos de ganas,/ bombones de besos./ Si miramos al cielo,/ la veremos montada, en su cabalgata de maga./ Escucharemos su risa, desde allende los sueños.
Manuela Rejas nos ha dejado una herencia genética de ganas y fuerza. Era una mujer libre, que luchó hasta su último aliento por ser ella misma. Se forjó en una universidad de libre y duro acceso, la de sujetar miedos y cordura con la magia de sus renglones sabios y poderosos. Su magia consistía en intentar ser ella misma. Siempre al lado de la mujer, sobre todo, si la mujer era objeto de vientos corrosivos y malas artes en su viaje por este planeta. Como dice su buena amiga poeta Ana Cristina Pastrana en los cuatro primeros versos del poema «Mujer de Menta»: «Eres tú quien emancipa una infancia sin escuela,/ la que encarta los mensajes que desfilan por mis venas./ Eres tú la que sufraga el vacío al que la vida me condena,/ la que me seduce cada día con los sueños que te inventas». Estos cuatro versos, podrían definir una buena sesión terapéutica de una charla con Manuela. La primera maga de España, se ha ido a dar una vuelta por el sideral espacio en el que alguna estrella fugaz, la dejó hace ochenta y cinco años. Pero nos quedan sus brazos para asentar los miedos cuando apriete la nostalgia. Den unos versos del poema «Ofrenda» de Mercedes González Rojo, el colofón a esta Cazuela de ausencia con guarnición de amistad y verso.
«Te he soñado bajo la encina centenaria de mi infancia,/ subiendo al cielo en el arcaico columpio/ que colgaba de sus poderosos brazos enramados,/ aquel que alimentó mis sueños infantiles,/ aquel que meció ensoñaciones de inquieta adolescente».
P.D: Que descanses Manuela, en la calma infinita de la Nada.