Reportaje | maite almanza
La Pasión más popular
El pregonero destaca la masiva participación ciudadana en la Semana Mayor
«Astorga es una ciudad pequeña en su territorio y en el número de habitantes, pero, al tiempo, llena de grandeza. Su grandeza se asienta firmemente en su historia, y su historia, en su espiritualidad. Uno de los pilares de esa grandeza es, sin duda, su Semana Santa. Y no se concibe la Semana Santa astorgana sin la presencia, viva y activa, de sus cofradías». El periodista Alberto Delgado Cebrián, pregonero de la Pasión 2010, comenzó ayer su pregón resaltando «esta participación ciudadana, masiva, casi total» como «uno de los rasgos distintivos de la Semana Santa astorgana, junto a la importancia artística e histórica de su imaginería». «Sin las cofradías, la Semana Santa no sería lo que es: una de las más importantes de España», añadió.
Delgado recurrió también a recuerdos infantiles propios y ajenos, como el de su madre, que le instaba a estrenar algo el Domingo de Ramos «para evitar el riesgo de quedarnos sin manos», o el de su esposa, astorgana de nacimiento, que cuando veía de niña la Carrera de San Juanín «estaba empeñada en que Cañinas, ese malvado personaje, sacaba la lengua a Jesús».
El pregonero, que intercaló sus reflexiones con versos de Dámaso Alonso, Lope de Vega, Santa Teresa de Jesús o Leopoldo Panero, repasó una por una las catorce procesiones de la Semana Santa de Astorga. Destacó que, en la del Vía Crucis, las túnicas de los cofrades que se reúnen en la plaza Mayor forman «un caleidoscopio de colores que se unen para reflejar el sentimiento religioso de un pueblo». Indicó que, en la Penitencial, los cofrades «saben hacer una ejemplar penitencia frente a tantos que no quieren saber de sacrificio ni de perdón». También resaltó que en la procesión del Bendito Cristo de los Afligidos «sube con él al centro de la ciudad el barrio de San Andrés».
Delgado describió las procesiones nocturnas, que «tienen un sabor especial, un recogimiento más íntimo, una búsqueda del silencio». Recordó a los braceros, cuyo hombro «soporta la permanente y lacerante mordida de la gruesa madera» del paso. «Estos braceros hacen lo que hicieron sus padres y sus abuelos, lo que harán sus hijos, siguiendo una tradición que es más que una simple devoción». Finalmente, Delgado, que dijo que la Pasión «no tiene fecha de caducidad» como no la tiene el mensaje evangélico, recomendó vivir estos días «como un soplo de gracia que nos empuje hacia una vida más plena y mejor».