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Reportaje | A. Domingo

Una casa como un castillo

Los propietarios de las plazas de Palacios de la Valduerna y Villanueva de Jamuz afirman que su mantenimiento no es más costoso que el de una casa de campo

La torre del homenaje de Villanueva de Jamuz luce este aspecto, tras varias intervenciones para su r

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León

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«No es más caro que mantener una casa de pueblo». Al menos eso afirman dos alcaides modernos de la comarca: Felipe Pérez Pollán, propietario de la fortaleza de Palacios de la Valduerna, y Jorge Sáinz de Vicuña, embarcado en la recuperación de la fortaleza de los Quiñones de Villanueva de Jamuz desde hace varios años -”comenzó los trabajos de restauración en la primavera del 2004-”.

Pérez Pollán es propiamente, el único castellano -”no en virtud de su lugar de nacimiento, sino de residencia-” de la comarca, ya que es su fortaleza la única habitable en la actualidad y señala que se trata de su vivienda habitual, aunque posee un piso en La Bañeza. Compró el castillo de los Bazán en 1980 «a una mujer, descendiente de los condes de Miranda, los últimos nobles a los que perteneció», en estado de ruina. Profesor de instituto jubilado, asegura que dispone de seguro del hogar para el castillo «desde el primer año que lo compré».

El profesor asegura que el mantenimiento es «el normal, como el de cualquier otro inmueble, si bien el jardín -”dispone de una buena parcela-” te lleva tiempo y siempre estás haciendo algo. Pérez Pollán utiliza como casa el mismo torreón en el que residieron los vizcondes de Palacios y señala que el comprador de este tipo de inmuebles «una vez que realiza la operación tiene que atenerse a que se trata de un monumento. Existen unas obligaciones. No lo puedes tirar y tienes que conservarlo en las mejores condiciones que sea posible, aunque hay cosas que son superiores a tus fuerzas».

Las ventajas fiscales. El propietario del castillo de villanueva de Jamuz, Jorge Sáinz de Vicuña, explica que poseer un castillo tenía un tratamiento fiscal favorable en el Impuesto de Patrimonio, ya suprimido, y en el de sucesiones, aunque éste último «yo no lo voy a aprovechar». En lo que se refiere al seguro del hogar, señala que «garantiza el continente por incendio y derrumbes, como un seguro normal» y afirma que «al contrario de lo que se pueda suponer, mantener el castillo supone tanto dinero como el que puede requerir una casa de campo o incluso menos, porque los muros resisten más que las paredes».

El alcaide de Villanueva espera utilizar la fortaleza de los Quiñones como segunda residencia una vez terminada la consolidación de muros y la reconstrucción de algunas partes, como las almenas de la torre del homenaje. Sáinz de Vicuña compró el castillo a «unos hermanos, ya mayores, que residían fuera de Villanueva y que lo había heredado de su padre, que lo utilizó como corral y nunca como vivienda.

El gusto por la conservación. En cuanto a las ayudas de las administraciones, señaló que acudió a una línea de subvenciones «que existía para propietarios» cuando presentó el reforma de rehabilitación, «pero no tuvieron a bien darme nada». La única diferencia que aprecia en comparación con otro tipo de vivienda son las posibles reformas, que precisan de la autorización de Patrimonio «para que sea acorde con el edificio». Además, para cualquier movimiento de tierras, la Administración «exige la supervisión de arqueólogos».

Para Sáinz de Vicuña El castellano actual «se mete en esto por gusto, por conservar» el monumento. No anda muy lejos del coleccionismo.