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Retablo leonés | enrique alonso pérez

«Que por mayo era, por mayo...»

La explosión de la primavera se vive con gran intensidad en los pueblos, que lo festejan «pinando el mayo» en la plaza para abrir la espita de la fiesta

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León

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Ante la verde explosión de la madre naturaleza, unida al variado cromatismo de sus campos, estalla también el buen humor de quienes han estado en la permanente servidumbre de esas tierras, ayer inhóspitas por sus fuertes escarchas, y hoy amorosas y mullidas.

Llena está también la literatura castellana y leonesa de estos testimonios que recogen el sentir popular de nuestras gentes campesinas con el alborozo propio de la llamada primaveral. Hemos leído con curiosidad algunas de estas manifestaciones literarias, como la que se encuentra encajada en la comedia La Peña de Francia , de Tirso de Molina, cuando en el acto tercero dice: entra mayo y sale abril:/ ¡cuán garridico le vi venir!/ Entra mayo coronado,/ de rosas y de claveles,/ dando alfombras y doseles/ en que duerme amor a prado;/ de trébol viene adornado,/ de retama y toronjil./ ¡Entra mayo y sale abril!/ ¡cuán garridico le vi venir! .

O la anónima obra Romance del prisionero , que ha recorrido España entera para dejar constancia de la angustia vital de un hombre encerrado que añora otras primaveras vividas en las que la libertad fue su mejor caudal: que por mayo era, por mayo,/ cuando hace el calor,/ cuando los trigos encañan/ y están los campos en flor,/cuando canta la calandria,/ y responde el ruiseñor,/ cuando los enamorados van a servir al amor/ sino yo, triste cuitado,/ que vivo en esta prisión,/ que ni sé cuando es de día,/ ni cuando las noches son/ si no fuera una avecilla/ que me cantaba al albor/ matómela un ballestero/ ¡déle Dios mal galardón!.

Desde los tiempos más remotos que se documentan en viejos archivos que custodian el saber y el sentir de las culturas más primitivas, el agua de mayo ha sido una especie de bendición venida de las alturas y repartida proporcionalmente al grado de supersticiones y ritos paganos que en nuestra cultura se conoce como Fe. Que a veces rinde culto a un fetichismo exagerado como ocurre en las rogativas del pueblo de Torrejoncillo, que «sacan en procesión a San Pedro, y a la imagen del santo le cuelgan del brazo una canastilla con sardinas, o le ponen una en la boca, con el objeto de que el santo tenga sed y para aplacarla pida agua, y si este remedio no tiene efecto, echan al santo al agua» (según recoge Caro Baroja en su libro La Estación del Amor ).

También los refranes son el reflejo de la estima que se hizo desde siempre al agua de mayo: «agua de mayo, pan para todo el año»; «agua de mayo, vale un caballo»; «agua de mayo, ata gocho para el año»; «agua de mayo, sácame esta sarna que traigo». Y de nuestro carismático Cervantes, cuando Sancho Panza vuelve a su pueblo, pone en boca de su hija: «si traía algo, que le estaba esperando como agua de mayo».

Cada vez con menos frecuencia, por la invasión urbana de las costumbres campesinas, se participa en este rito secular que tenía lugar el 30 de abril o primero de mayo. La mocedad, con la sangre ya alterada por la primavera, tenía necesidad de hacer patente su contento, y lo manifestaba públicamente «pinando el mayo». Ya en el año 1611, el gramático Sebastián Covarrubias, en su histórico diccionario Tesoro de la Lengua Castellana , lo define de esta manera: «Mayo suelen llamar en las aldeas a un olmo desmochado con sólo la cima, que los mozos zagales suelen el primer día de mayo poner en la plaza, o en otra parte, y por usarse en aquel día se llamó mayo; y así decimos al que es muy alto y enjuto, que es más largo que mayo -”entiéndase de este árbol y no del mes-” pues otros meses traen tantos días como él».

Traemos esta cita como demostración de algo muy consolidado en el tiempo, no en vano algunos autores sitúan esta costumbre en épocas romanas. Lo que está claro y existen abundantes testimonios para demostrarlo, es que el «mayo», por extensión, ha quedado como símbolo de verticalidad, y es frecuente oír frases en las que indican la tendencia de las personas a ir erguidas: «ese va más tieso que un mayo».

Y como las cosas cotidianas, terminan personalizándose, aparecen también con el tiempo las «mayas». En toda la geografía española son aceptadas como muchachas ataviadas con profusión de flores, y que coincidiendo con su masculino de origen aparecen en las mismas calendas con el fin de pedir por las puertas de la vecindad y a los transeuntes, usando en algunos lugares -”el coro de amigas que la acompañan-” la siguiente cantinela: ¡un cuartito para la maya/ que no tiene manto ni saya !, más tarde repartían el dinero para mercar golosinas, no sin antes contribuir a la cera que arde ante la Virgen del mes de mayo .

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