Astures y romanos afilan las armas

El tiempo transcurre a la inversa desde ayer en Astorga que, ya transformada en Astúrica Agusta, dará cobijo a mil personas, integrantes de 19 grupos romanos y 15 astures, que convivirán hasta el domingo en el campamento habilitado en el parque de El Melgar. En el recinto dormirán, comerán y disfrutarán de los festejos, que ayer echaban a andar con inquietantes perspectivas.

Así, las vestales, en un intento de que reinara la paz entre astures y romanos, perseguían entre las suyas a la última virtud, la concordia, que estaba perdida y que, finalmente, apareció muerta. Las hermosas jóvenes que encarnaban cualidades como la fortaleza, la justicia, la templanza o la bondad -”ésta última hija del César y entregada por él para que fuera vestal-”, lograron revivirla, pero pronto hubieron de recogerse en el templo ante la inminencia de un nuevo enfrentamiento. Los romanos, presintiendo lo que llegará hoy, invocaron a sus dioses, Marte y Minerva, guerra y sabiduría. Con fuego rogaron que los iluminaran en el camino de la victoria, y con sangre, pidieron que se derramara la de sus enemigos o, con honor, la suya. El general arengó a sus tropas como después haría el caudillo astur con las suyas. Nuevos astures se integraron en las tribus, y participaron en el rito de iniciación que los dejó listos para presentar batalla.

Por todos los rincones de Astúrica Augusta se respiraba ayer tensión. Los más sabios advertían de que hoy, con la llegada del César a la ciudad, puede desatarse el combate. Ya hay grupos preparados para tomar las armas, y sólo falta por reducir el último poblado astur. Por fortuna, la apertura del mercado astur romano por la mañana y la celebración nocturna de la boda astur contribuirán a suavizar los ánimos.